No palabras, No emoción
Llevaba días mirando a la ventana y solo
suspiraba de vez en cuando al ver que no pararía. Estaban en temporada de
primaveral, pero eso nada tenía de primavera. De nuevo se encontraba deseando
poder salir. Su pequeño perro Simón, era su única compañía. Para sus 10 años,
le era duro estar siempre solo en casa. Aunque realmente no había otra opción,
comenzó a convertirse en una persona muy independiente, pero en momentos como
esos, se sentía realmente solo. Se sentó frente al televisor y lo encendió.
Había un programa de experimentos y le pareció interesante. Aquel hombre
inteligente de la caja cromática, le parecía como un superhéroe. Embobado seguía mirando como manipulaba los
elementos, que se desconectó de todo lo que en el mundo pasaba.
Con el ruido de la lluvia y del el televisor,
el sonido de la puerta se vio totalmente opacado y el niño seguía totalmente
desprevenido de que un extraño había entrado a su casa. Era un joven que
aparentaba 25 años, era de escasos recursos y ya no tenía otra forma de vivir
que robando.
Ya había estado revisando el itinerario de la
familia y sabía que apenas el niño llegaba
a las 4 de la tarde a la casa, ya no había nadie hasta las 9 de la
noche. Había decidido esperar a que
amainara la lluvia, para que resultase más fácil para él llevarse las cosas,
pero al ver que no parecía parar, ya no le importó.
Con cuidado caminaba por el pasillo y vio al
pequeño niño de fondo mientras veía un programa de un científico estúpido. No
pudo evitar sonreír para sí mismo y siguió mirando que podía encontrar para
llevarse en esa torrencial lluvia. Un rayo de izo facto le sorprendió.
Escuchó al pequeño niño gemir y de repente, lo escuchó llorar. Su cuerpo se
paralizó y se quedó mirando como el único consuelo a su miedo era abrazar a la
pantalla que reflejaba a aquel mentiroso de bata blanca.
Él era un ladrón, no un insensible y tenia que
reconocer, eso lo había tocado de alguna
u otra forma. Cerrando lentamente la
puerta, caminó hacia le fondo del pasillo, para llegar al niño que aún gemía y
seguía abrazando la pantalla. Se le hizo un nudo en la garganta y sintió una
piedra en su estomago.
No pretendía ser un psicólogo, ni mucho menos
un lindo y amable compañero, pero sencillamente algo le impedía dejar solo a
ese niño. Carraspeó un poco y gracias a ello el niño se volteó y comenzó a
gritar. Se acercándose felinamente, llegó en un paso a él y tapándole la boca
lo abrazó y mientras el pequeño luchaba, él lo llevó al sofá y se montó encima
de él.
— ¡Llamaré a la
policia! ¡Ladrón!
Se sorprendió
cuando escuchó que lo llamarón ladrón y aunque era verdad, le molestó de alguna
forma.
— No… he venido
a robar nada. — Su voz titubeo mientras miraba fijamente las orbes del pequeño
niño.
— ¿No… has
venido a robar? — El pequeño dejó la resistencia mientras miraba
sospechosamente.
— No.
El cabello
negro que goteaba, comenzó a caer sobre el niño. Los profundos ojos negros,
seguían mirando al niño y después de mucho silencio, él se quitó de encima del
niño.
— ¿Quién eres?
— el niño interesado preguntó.
— No soy nadie.
El pequeño
suspiró y acomodándose, se recostó sobre el sillón.
— Yo me llamo
Roberth.
Los ojos negros
observaron el delicado rostro que le regalaba una sonrisa leve. Eso le hacía
sentir mejor, el que no estuviese llorando. Posó su mano sobre la cabeza del
niño y la meció.
— Eres valiente
¿Sabes?
Roberth sonrió
orgulloso de sí mismo mientras trataba de mantener su imagen.
— Sí, eso
siempre me dicen mis papás. Por eso no permitiré que hagas nada malo en esta
casa ¿Entiendes?
Realmente el
tono que intentaba mostrar autoridad, solo lo hacía un ser más vulnerable a sus
ojos.
— Entendido.
El niño se recostó en el regazo del otro y sencillamente se quedó dormido. Esperó a comprobar que realmente no iba a despertar y dándole una palmada en la cabeza, le susurró.
— Me llamo
Cristopher. Sigue siendo tan valiente.
Así de rápido
que entró, se fue y un sentimiento cálido se gestó en su interior.
Era un ladrón,
no un psicólogo, ni una linda y amable persona, pero alguien que era todo lo
que él no, lo hizo sentir de esa manera.
Qué problema.