viernes, 20 de abril de 2012

No palabras, No emoción


No palabras, No emoción

Llevaba días mirando a la ventana y solo suspiraba de vez en cuando al ver que no pararía. Estaban en temporada de primaveral, pero eso nada tenía de primavera. De nuevo se encontraba deseando poder salir. Su pequeño perro Simón, era su única compañía. Para sus 10 años, le era duro estar siempre solo en casa. Aunque realmente no había otra opción, comenzó a convertirse en una persona muy independiente, pero en momentos como esos, se sentía realmente solo. Se sentó frente al televisor y lo encendió. Había un programa de experimentos y le pareció interesante. Aquel hombre inteligente de la caja cromática, le parecía como un superhéroe.  Embobado seguía mirando como manipulaba los elementos, que se desconectó de todo lo que en el mundo pasaba. 


Con el ruido de la lluvia y del el televisor, el sonido de la puerta se vio totalmente opacado y el niño seguía totalmente desprevenido de que un extraño había entrado a su casa. Era un joven que aparentaba 25 años, era de escasos recursos y ya no tenía otra forma de vivir que robando. 

Ya había estado revisando el itinerario de la familia y sabía que apenas el niño llegaba  a las 4 de la tarde a la casa, ya no había nadie hasta las 9 de la noche.  Había decidido esperar a que amainara la lluvia, para que resultase más fácil para él llevarse las cosas, pero al ver que no parecía parar, ya no le importó. 

Con cuidado caminaba por el pasillo y vio al pequeño niño de fondo mientras veía un programa de un científico estúpido. No pudo evitar sonreír para sí mismo y siguió mirando que podía encontrar para llevarse en esa torrencial lluvia. Un rayo de izo facto le sorprendió. 

Escuchó al pequeño niño gemir  y de repente, lo escuchó llorar. Su cuerpo se paralizó y se quedó mirando como el único consuelo a su miedo era abrazar a la pantalla que reflejaba a aquel mentiroso de bata blanca. 
Él era un ladrón, no un insensible y tenia que reconocer,  eso lo había tocado de alguna u otra forma.  Cerrando lentamente la puerta, caminó hacia le fondo del pasillo, para llegar al niño que aún gemía y seguía abrazando la pantalla. Se le hizo un nudo en la garganta y sintió una piedra en su estomago.  

No pretendía ser un psicólogo, ni mucho menos un lindo y amable compañero, pero sencillamente algo le impedía dejar solo a ese niño. Carraspeó un poco y gracias a ello el niño se volteó y comenzó a gritar. Se acercándose felinamente, llegó en un paso a él y tapándole la boca lo abrazó y mientras el pequeño luchaba, él lo llevó al sofá y se montó encima de él. 

— ¡Llamaré a la policia! ¡Ladrón!

Se sorprendió cuando escuchó que lo llamarón ladrón y aunque era verdad, le molestó de alguna forma.
— No… he venido a robar nada. — Su voz titubeo mientras miraba fijamente las orbes del pequeño niño. 

— ¿No… has venido a robar? — El pequeño dejó la resistencia mientras miraba sospechosamente.

— No. 

El cabello negro que goteaba, comenzó a caer sobre el niño. Los profundos ojos negros, seguían mirando al niño y después de mucho silencio, él se quitó de encima del niño. 

— ¿Quién eres? — el niño interesado preguntó. 

— No soy nadie. 

El pequeño suspiró y acomodándose, se recostó sobre el sillón. 

— Yo me llamo Roberth. 

Los ojos negros observaron el delicado rostro que le regalaba una sonrisa leve. Eso le hacía sentir mejor, el que no estuviese llorando. Posó su mano sobre la cabeza del niño y la meció.

— Eres valiente ¿Sabes?

Roberth sonrió orgulloso de sí mismo mientras trataba de mantener su imagen. 

— Sí, eso siempre me dicen mis papás. Por eso no permitiré que hagas nada malo en esta casa ¿Entiendes? 

Realmente el tono que intentaba mostrar autoridad, solo lo hacía un ser más vulnerable a sus ojos.

— Entendido.

El niño se recostó en el regazo del otro y sencillamente se quedó dormido.  Esperó a comprobar que realmente no iba a despertar y dándole una palmada en la cabeza, le susurró. 

— Me llamo Cristopher. Sigue siendo tan valiente. 

Así de rápido que entró, se fue y un sentimiento cálido se gestó en su interior.

Era un ladrón, no un psicólogo, ni una linda y amable persona, pero alguien que era todo lo que él no, lo hizo sentir  de esa manera. Qué problema.