domingo, 26 de abril de 2015

[Oregairu] [Hayama x Hachiman] Lo poco que pido de ti



Buenas y santas y muchas tantas, después de un millón de años hago un fanfic de nuevo, pero es que el capítulo de 4 de la segunda tempo de Oregairu lo vale. No me puedo creer lo descarado que fue el Hayama x Hachiman en este capítulo, es que abusaron al punto de hacerme explotar mis neuronas fujoshis. Asdf definitivamente esa pareja tiene mucho futuro y yo vengo a mostrárselos.
Anime: Yahari ore no seishun love come wa machigatteiru
Pareja: Hayama x Hachiman
Advertencia: Lemon, cosas cursis y drama

Lo poco que pido de ti
El enfrentarse a la existencia de una mujer denominada «la chica que le gustaba a Hachiman», sin duda alguna resulta un fuerte impacto. No sólo el hecho de saber que una mujer tan insulsa como esta haya atraído la atención de un hombre tan supremamente apático, sino que también en este momento tenga el descaro de esperar ese hombre sigue siendo igualmente débil ante ella. Los insultos, los comentarios que lo subestiman, todo eso hizo que la sangre ardiera en un comportamiento ajeno al propio.
Depender de él resultó tan cómodo que llegó a ser un estado deseado. Y es que probablemente nadie lo sepa, nadie lo note, pero Hayama era tan cobarde como cualquiera a la hora de enfrentar a la gente. El sonreír y pretender que todo el mundo ronde a su alrededor, sólo una parte de su rutina, nunca se interesó realmente en meterse muy afondo en los demás.
Nunca se había enamorado, eso bien lo había confesado, pero con Hachiman, incluso lo había dicho «quiero que seamos buenos amigos». Una necesidad desconocida le hacía querer rondar alrededor de ese hombre. Conocer el mundo que sus ojos parecían rechazar, eso le hacía sentir de manera diferente.
Quizás esa amabilidad propia de su personalidad hacía que tuviese un problema de expresión. Para él nunca resultaría tan fácil obligar a Hachiman a estar con él. Las palabras se filtraron por medio de un bajo deseo, en ese momento que lo vio tan débil, lo único que puedo pensar fue «apóyate en mí».
Después de ese evento con Orimoto, después de todas las palabras dichas deseando que dejase de auto sacrificarse por los demás, después de todo eso, se vio vacío. Hachiman no volteó ni un momento sus ojos grises hacía él, ni acercó su cuerpo para dejarse contagiar por un calor desconocido.
Demonios, susurró con una sonrisa mirando hacia el puesto donde se supone que debería estar Hachiman. De nuevo esa frustración de que sea una persona a la que no pueda acercarse. Se levanta del puesto, se excusa con el resto de sus amigos y dice que va a air al baño. Fingiría que iría a hacer cualquier cosa, pero la verdad era que necesitaba tan solo una pequeña excusa para verlo y se sentiría tranquilo. Ya se había rendido con respecto a cualquier intención de integración, pero no le podía negar aunque sea el saludo.
Caminó mirando hacia la ventana y viendo todo el patio de la escuela. Vio la figura de Totsuka correr hacía uno de los pasillos que conectaba los edificios y al final de ese recorrido, encontró a Hachiman. En su pecho, los órganos se encogieron de esa sensación que siempre le producía. No era normal, nada era normal con ese hombre.  Vio como Totsuka le hablaba y desde ahí podía notar la disposición que tenía Hachiman con él.
Sus ojos se relajaban, su sonrisa aumentaba y su cuerpo se notaba próximo a querer acercarse. Le sentía una gran envidia, quería que de alguna manera, esos indicativos también resultaran con él.
Ese día, fue otro más que se agregó a su frustración.
***
— ¿Tienes algún problema conmigo?
Hachiman estaba parado enfrente de Hayama con su boca torcida y sus ojos fríos como siempre. Los ojos azules del peliclaro se arquearon en vista de un deseo desesperado que debía aguantar. Aclaró su garganta y le señaló con la mano el puesto del frente para que se sentara.
— Si no te molesta, hay algo que debo hablar contigo.
Nadie debía tomarse ninguna atribución de más. No iba a confesarse, no iba a pedirle nada que hiciera esa relación más rara. Solo estaba inventando una excusa para no pasar demasiado tiempo sin verse reflejado en los ojos de Hachiman.
— No creo que deba sentarme por un tema que seguramente no tiene que ver realmente conmigo.
En ese momento de nuevo perdía los estribos con él. Nunca le daba un momento para pensar en una nueva forma de hacer más fácil el hablar con él y lo que Hachiman no sabía era que todo el mundo tenía un límite. Hayama estaba a punto de encontrarlo. 
Estaban en un café, enfrente de muchas personas, no podía darse el lujo de dejar a su suerte su compostura. Hayama no ere ese tipo de hombre, incluso si iba a explotar sabía en dónde debía hacerlo. En ese momento con que Hachiman hubiese accedido a venir, debía ser más que suficiente.
— Por favor, no creo que sea mucho pedir que hablemos un poco.
En ese momento se mentalizó que si de nuevo Hachiman lo rechazaba iba a renunciar en ese momento de volverle a decir, pero sorpresivamente se sentó. Hubo un silencio largo en el que las palabras se mesclaban en su cabeza y pero nunca llegaron a su boca. Ciertamente de todos los posibles temas que podían tratar, ninguno era lo suficientemente urgente para tomarlo como excusa.
— Dos cafés, por favor.
Hayama sonrió a la camarera y de nuevo volvió a su mutismo, hasta que organizó un poco su mente y decidió a arriesgarse a decir cualquier cosa.
— Sobre lo del otro día ¿Has pensado en algo lo que te dije?
— ¿En serio? Te dije claramente aquella vez que esos sentimientos tuyos me desagradaban. No importa el método, sólo importa lo natural que resulte para mí.
— No… no se trata sólo de lo que creas que es natural para ti. No te subestimes, eres más importante de lo crees, para Yukinoshita, para Yuigahama, para mí.
Hachiman se levantó de la mesa, dejó unas monedas encima de ella se fue. Hayama lo vio retirarse de nuevo con su figura encorvada, sin prisa pero con constancia y algo dentro de sí explotó. Se levantó también y dejó las monedas del café junto a las que recién había dejado él.
— Espera, si te vas a ir… por lo menos terminemos de hablar.
— ¿Esperas que venga con una gran sonrisa diciendo «gracias por preocuparse por mí, seremos amigos por toda la eternidad»?  Soy una persona solitaria, ustedes solos son los que se atribuyen esos sentimientos hacia mí.
Y esas palabras fue lo que necesitó para sentirse miserable. No necesitaba que le recordara que su obsesión con él no era más que unilateral, que era una persona extraña que no sabía por qué siempre trataba de buscarlo.
— En eso tienes razón, pues lo siento.
Lo agarró del brazo y lo sacó del establecimiento sin mirar a nadie. Seguramente todo el mundo habrá encontrado extraña esa escena, pero a él poco le importaba el resto. En ese momento llevarlo a un lugar dónde explotar era lo que planeaba.
No escuchaba la voz fría de Hachiman espetando contra su actitud, no encontraba resistencia en su paso que trataba de igual su parcha. No lo estaba rechazando, o no de la manera que él esperaba. Caminaron por el largo callejón hasta llegara una calle principal y pararon por el semáforo. Le soltó el brazo y sabiendo por algún extraño sentido que no iba a hui, se quedaron los dos esperando a que el semáforo cambiara de color.
— Te arrepentirás después de lo que vas a hacer.
Logró filtrar esas palabras de todo el ruido de la calle y decidió no responder a ello. Lo sabía, no necesitaba que Hachiman le recordara que lo que estaba a punto de suceder era un error. Estaba defraudando el esfuerzo de mucho tiempo, la paciencia, las sonrisas vacías y llenas de dolor.
El semáforo se puso en verde para que ellos pasaran y Hachiman tomó la delantera ya sabiendo a dónde lo iba a llevar. Siguieron caminando en silencio durante todo el trayecto, hasta que el complejo de apartamentos donde vivía Hayama apareció. Hachiman le dio espacio a que Hayama introdujera la llave en la puerta de su casa y la abriera. Hachiman entró sin mucha delicadeza y dejó la maleta al lado de la puerta.
— Te vas a arrepentir.
Lo dijo con fuerza mientras se quitaba los zapatos y seguían caminando hacia el cuarto de Hayama. Una vez traspasado el umbral, Lo único que supo Hachiman es que había sido empujado contra la cama y ahora Hayama reposaba encima de él.
— Seguro que voy a arrepentirme de esto después.
Los labios del rubio se deslizaron por el cuello y su lengua  se enroscó en cada milímetro de piel que quedaba descubierto. Los puños de Hachiman se apretaron contra el edredón y aguantaba  que su voz saliera con cualquier intensión.
Hubo una pausa en el beso a la piel de Hachiman mientras Hayama se desvestía. Se quitó toda la parte superior del uniforme y posó sus manos en las caderas de Hachiman. Tomó el dobladillo de su camisa y lo fue levantando hasta que la delgada cadera vio la luz del sol. Se agachó para estrechar con sus dientes pedazos de la carne del abdomen y notó cómo Hachiman terminaba de quitarse la parte superior de su ropa.
Sus ojos se encontraron y el contraste del atardecer en su ventana hizo que pareciera una ilusión ese momento. Se iba a arrepentir, después de que la magia acabara y volviese a parecer tan lejano como el mismo cielo, se iba a arrepentir.
Sus manos reptaron al cinturón del pantalón y fue mordisqueando más pedazos de la parte baja del abdomen. Hachiman alzó la cadera para hacer más fácil quitar en el pantalón. Poco a poco el frío del ambiente fue chocando con su entrepierna y se erizó al verse completamente desnudo enfrente de Hayama.  Se iban a arrepentir de ello más tarde.
Los dedos de Hayama se enredaron en su vello púbico y acariciaba el lugar para despejar el pene. Las piernas de Hachiman se flexionaron y encerraron la mano del intruso.  Se tomó unos cuantos segundos recuperarse de ello y respirando profundamente volvió a abrir las piernas. Acomodó su postura y quedó sentado frente a Hayama.
Este se deslizó fuera de la cama y se paró, bajando también sus pantalones. Ellos cayeron con armonía y dejaron entrever un pene semierecto decorado por mechones dorados. Se arrodilló el borde de la cama y se escurrió por entre las piernas estiradas de Hachiman, se acercó a su rostro buscando la unión de sus labios. No hubo resistencia, no hubo mucha premeditación, solo era el impulso de quererlo como siempre había deseado.
Las bocas entraron en un abrazo intenso, tanto así que los dientes alcanzaron a chocarse y la saliva escurría por las comisuras dejándolo fluir hacia la mandíbula y el cuello. La mano de Hayama agarró la nuca de su pareja y la estrechó en la forma más física de demostrar su desesperación. ¿Por qué él no tenía otra forma de hacer las cosas? Su relación podía prosperar pero Hachiman había matado todas las posibilidades antes de siquiera intentarlo.
El hombre cuya mirada parecía estar muerta, en ese momento brillaba en un tono distinto. El gris parecía negro y sus pupilas se dilataron hasta hacerlo parecer un gato.  No huía en ese acto de profunda locura, tanto él como Hayama estaban entregados a arrepentirse y a equivocarse en ese instante, para después tener el pretexto de la culpa.
Todo se hacía en silencio, apenas si podían percibirse los sonidos de los fluidos y las respiraciones roncas que chocaban contra la piel del otro. Los dedos de Hayama se llenaban del sudor apenas notable en los poros excitados de la espalda de Hachiman. Cuando ganó su territorio, el abrazo que le dio hizo que quedaran acostados.
Hayama se separó y contempló  al mayor acierto y error de su vida. Era el escalofrío de saber que lo haría suyo y a la vez alejarlo lo que hizo desear contemplarlo durante todo el tiempo de universo. La palidez característica en el objeto de su deseo, se convirtió en un rosado discreto. La expresión déspota con la vida, se transformó en una intensa mirada combatiente. Se excitó sentirse confrontado en él, la mirada que no le había visto jamás, era suya.
Se posicionó arriba de Hachiman y filtró sus manos hasta llegar al pene que comenzaba a excitarse.  Los dedos se enroscaron en la longitud y con delicadeza comenzó a deslizar el prepucio haciendo que esta acariciara el glande. La punta del pene se escondía y volvía aparecer jugando con la tentación del momento. Era el gusto de sentir cómo le temblaban las piernas  a Hachiman cada vez que su pene era incitado lo que le llenaba su propia erección de potencia.
Separó la mano del miembro y junto a esa acción un reclamo sobresalió en un grito ahogado. Hayama lamió sus dedos y con el índice, empezó a jugar con la punta de la lujuria.
— Ah…mmm… —Hachiman fue traicionado por una lastimera voz.
Ese gemido llenó un recóndito lugar del instinto más sádico. Esa sumisión ante sus caricias era un estilo de prueba  que llevaba a desearlo mucho más. Hayama estaba siendo tentado por ese enemigo de la vida. Los dedos de los pies de Hachiman se encresparon cuando su longitud fue sobrecogida por la elasticidad y humedad de la lengua de su compañero.
El sabor salado, ese sabor sucio de la complicidad y de la culpa fue lo que le hizo fundir su cerebro durante un instante. Nunca antes, con su actitud impecable, creyó haberse visto capaz de desear manchar todo su ser con el líquido de un error. Engulló hasta lo profundo de su garganta deseando las cosas más indecentes.
Su cabello rubio se convirtió en los hilos que cubrían los dedos de Hachiman. Este tomó la cabeza de quien lo devoraba en un intento desesperado de no desfallecer.  Sus caderas se estrellaban con las paredes de esa boca e incluso cuando en algún descuido los dientes lo rozaban, su columna se destruía en un placer intenso.
Su resistencia para el placer, a diferencia del dolor, era muy poca. No fueron muchos los encuentros con la garganta de Hayama antes de liberarse. Cerró las manos arrugando el edredón y tratando de llevárselo a la cara. La visión se tornó blanca, la voluntad se filtró por entre las hebras rubias y decidió rendirse por una vez a otra persona.
Escuchó la garganta abrirse y cerrarse para llevar el líquido blanquecino a un destino no pensado. Hayama se retiró lentamente tomando un largo suspiro para poder enfrentar el nuevo estado del cuerpo de Hachiman. El aire se puso denso, las fosas nasales se abrieron y contuvo el aire. No había preparación suficiente para ver cómo se derrumbaba un mundo con sus propias manos. 
Retrocedió en busca de elementos que facilitaran la intromisión, pronto salió el condón y el lubricante.  Embadurnó su mano con el líquido transparente y la mostró escabullirse entre las nalgas del pelinegro. No hubo sobresalto, ni siquiera un gemido. Eso no lo decepcionó ni bajó su moral.
El esfínter se contraía y relajaba como si estuviese nervioso. El dedo lo acarició con calma y el procedimiento de dilatación comenzó. Los dedos fueron amoldando a su conveniencia el lugar que parecía resentido a ser utilizado en un propósito que no era el propio. El cuerpo masculino tenía un diseño misterioso y en una proximidad imprevista, fueron descubriendo el pequeño punto detonador de todas las experiencias de placer.  Una vez identificado, la malicia de quien tiene el poder, fue lo que llevó a que de forma abusiva se estimulara la próstata.
Lo que hasta ahora era algo silencioso, se convirtió en una coexistencia de la desesperación que salía de la garganta de Hachiman junto con la contorsión de su cuerpo. De seguro que después se arrepentirían de ello. La intensidad de la estimulación lo llevó a olvidar todos nimios detalles como el tiempo, su nombre, el nombre de su compañero, el arrepentimiento y la culpa.
Una segunda llamarada de intensidad, hizo que explotara en dirección indefinida. Manchó su pecho, el rostro de Hayama y el edredón.  La garganta le dolía y su cuerpo se sintió sobrecogido por el sudor, la tensión en sus caderas y el remanente del placer.
Quizás por el mismo hecho de no percatarse de la materialidad de su cuerpo, fue que no identificó la mano de Hayama colocándose el condón y embadurnado el símbolo de lo trascendente. El pecho de Hayama tocó el de Hachiman y en ese momento, todo se volvió de un color rojo incandescente.  Todo ardía en la habitación, la sensación en su entrada, el contacto de las pieles, el aire, los colores y su propio cuerpo.
 Torció el pecho al sentir escurrir en su interior una serpiente rígida que escudriñaba todas las resistencias tanto emocionales como físicas. De nuevo revolvió el edredón tratando de hallar el alivio en esta acción. Su garganta se cerró y sus ojos estaban muy pendientes ante el objeto extraño que lo estaba penetrando.
— Hiki…tani… Hachiman.
La voz de Hayama se filtró como libidinosas esporas que flotan en el viento con el propósito de hacer crecer nueva vida en donde se posen. En ese momento sintió florecer todo su cuerpo, la expresión sublime de la creación, del hacer al universo en un hacer nada. Las raíces lo anclaron a ese momento como a nada en su vida.
No tuvo otra opción para soportar el peso de la consciencia que abrazarse al cuello de Hayama que cada vez era más irracional en su interior. La punta de la lujuria chocaba con los interiores de forma rabiosa, casi podría decir que caprichosa. Sus piernas se llenaban de calambres con más frecuencia.
La expresión de Hayama le mantuvo entretenido, el color puro con el que el color azul se fundió con el negro de su pupila; la piel que se llenaba de gotas de sudor y la expresión de sus labios que trataban de capturar el aire y convencerlo de no abandonarlo jamás. 
La irracionalidad de las caderas de Hayama destrozó la mayoría de la voluntad del arrepentimiento. No importaba qué tan incorrecto fuese, mientras pudiesen desearse, por ahora eso era suficiente.  Se abrazó a ese momento y permitió a la locura hacer su trabajo.
La intensidad de la penetración fue al ritmo de un reloj apocalíptico. La resistencia del pene de Hayama fue llegando a su cúspide, en eso agarró con fiereza las caderas de Hachiman y chocó tan fuerte como su cuerpo lo permitía. La explosión llegó a su debido momento.  Con toda la fuerza de su garganta liberó la sentencia que concluía ese encuentro.
Se había venido con una intensidad abrumadora. Se recostó al lado de Hachiman y con la respiración entrecortada lo veía con una sonrisa típica de su personalidad.
— Todavía no me arrepiento de esto.
— Eventualmente lo harás. Tú eres un ser totalmente diferente a mí, no estamos hechos para coexistir en un mismo plano.
Las palabras típicas del enemigo de la vida se hicieron presentes, nada nuevo. Hayama dejó pasar la negatividad de la oración y se permitió disfrutar el tenerlo ahí, recostado, mirándolo después de haber sido suyo. Serpenteó sus brazos y lo atrajo hacía sí. Ese abrazo fue más antinatural que todo lo que recién acabaron de hacer, por lo que Hachiman respondió separándose.  Hayama descansó durante unos segundos y después de ver que Hachiman estaba de nuevo a la defensiva, él también cambió su actitud.
Se levantó, tomó sus calzoncillos y el pantalón y se los colocó a medias. Se sentó en el borde de la cama y le dio la espalda a Hachiman, que se había sentado en la cama recostándose contra la pared. Suspiró un par de veces y luego de prepararse para el rechazo, soltó las palabras.
— Me gustas, estoy casi seguro que estoy tan enamorado de ti como no lo he estado nunca.
— Sí que te esfuerzas por forzar mi existencia en ti, eso es sólo el fracaso de tu ego al no verme involucrado en tu círculo de ovación narcisista. Lo siento por ti, pero de esto seguramente si te arrepentirás.
Juntó las manos alrededor del rostro y se quedó meditando esas palabras. Sin duda alguna, de este encuentro sólo salió el arrepentimiento. Los ojos azules siguieron la figura encorvada de quien fue su todo durante unos instantes. Este recogía su ropa, se cambiaba y se despedía con la misma voz fría con la que esta discusión había comenzado.
Al final, junto con la caída del sol, le acompañó el sonido de la puerta de su apartamento cerrándose y esta declaraba la hora de las lamentaciones.
Yo sé que más de uno pensamos que esta pareja sería de las típicas frío y calor, precisamente por la personalidad de Hachiman, pero el futuro es prometedor con esta pareja. Espero les haya gustado y larga vida al HayaHachi :D