Buenas y santas y muchas tantas, después de
un millón de años hago un fanfic de nuevo, pero es que el capítulo de 4 de la
segunda tempo de Oregairu lo vale. No me puedo creer lo descarado que fue el
Hayama x Hachiman en este capítulo, es que abusaron al punto de hacerme
explotar mis neuronas fujoshis. Asdf definitivamente esa pareja tiene mucho
futuro y yo vengo a mostrárselos.
Anime: Yahari ore no seishun love come wa machigatteiru
Pareja: Hayama x Hachiman
Lo poco que pido de ti
El
enfrentarse a la existencia de una mujer denominada «la chica que le gustaba a
Hachiman», sin duda alguna resulta un fuerte impacto. No sólo el hecho de saber
que una mujer tan insulsa como esta haya atraído la atención de un hombre tan
supremamente apático, sino que también en este momento tenga el descaro de
esperar ese hombre sigue siendo igualmente débil ante ella. Los insultos, los
comentarios que lo subestiman, todo eso hizo que la sangre ardiera en un
comportamiento ajeno al propio.
Depender
de él resultó tan cómodo que llegó a ser un estado deseado. Y es que
probablemente nadie lo sepa, nadie lo note, pero Hayama era tan cobarde como
cualquiera a la hora de enfrentar a la gente. El sonreír y pretender que todo
el mundo ronde a su alrededor, sólo una parte de su rutina, nunca se interesó
realmente en meterse muy afondo en los demás.
Nunca
se había enamorado, eso bien lo había confesado, pero con Hachiman, incluso lo
había dicho «quiero que seamos buenos amigos». Una necesidad desconocida le
hacía querer rondar alrededor de ese hombre. Conocer el mundo que sus ojos
parecían rechazar, eso le hacía sentir de manera diferente.
Quizás
esa amabilidad propia de su personalidad hacía que tuviese un problema de
expresión. Para él nunca resultaría tan fácil obligar a Hachiman a estar con
él. Las palabras se filtraron por medio de un bajo deseo, en ese momento que lo
vio tan débil, lo único que puedo pensar fue «apóyate en mí».
Después
de ese evento con Orimoto, después de todas las palabras dichas deseando que
dejase de auto sacrificarse por los demás, después de todo eso, se vio vacío.
Hachiman no volteó ni un momento sus ojos grises hacía él, ni acercó su cuerpo
para dejarse contagiar por un calor desconocido.
Demonios,
susurró con una sonrisa mirando hacia el puesto donde se supone que debería
estar Hachiman. De nuevo esa frustración de que sea una persona a la que no
pueda acercarse. Se levanta del puesto, se excusa con el resto de sus amigos y
dice que va a air al baño. Fingiría que iría a hacer cualquier cosa, pero la
verdad era que necesitaba tan solo una pequeña excusa para verlo y se sentiría
tranquilo. Ya se había rendido con respecto a cualquier intención de
integración, pero no le podía negar aunque sea el saludo.
Caminó
mirando hacia la ventana y viendo todo el patio de la escuela. Vio la figura de
Totsuka correr hacía uno de los pasillos que conectaba los edificios y al final
de ese recorrido, encontró a Hachiman. En su pecho, los órganos se encogieron
de esa sensación que siempre le producía. No era normal, nada era normal con
ese hombre. Vio como Totsuka le hablaba
y desde ahí podía notar la disposición que tenía Hachiman con él.
Sus
ojos se relajaban, su sonrisa aumentaba y su cuerpo se notaba próximo a querer
acercarse. Le sentía una gran envidia, quería que de alguna manera, esos
indicativos también resultaran con él.
Ese
día, fue otro más que se agregó a su frustración.
***
—
¿Tienes algún problema conmigo?
Hachiman
estaba parado enfrente de Hayama con su boca torcida y sus ojos fríos como
siempre. Los ojos azules del peliclaro se arquearon en vista de un deseo
desesperado que debía aguantar. Aclaró su garganta y le señaló con la mano el
puesto del frente para que se sentara.
— Si
no te molesta, hay algo que debo hablar contigo.
Nadie
debía tomarse ninguna atribución de más. No iba a confesarse, no iba a pedirle
nada que hiciera esa relación más rara. Solo estaba inventando una excusa para
no pasar demasiado tiempo sin verse reflejado en los ojos de Hachiman.
— No
creo que deba sentarme por un tema que seguramente no tiene que ver realmente
conmigo.
En
ese momento de nuevo perdía los estribos con él. Nunca le daba un momento para
pensar en una nueva forma de hacer más fácil el hablar con él y lo que Hachiman
no sabía era que todo el mundo tenía un límite. Hayama estaba a punto de
encontrarlo.
Estaban
en un café, enfrente de muchas personas, no podía darse el lujo de dejar a su
suerte su compostura. Hayama no ere ese tipo de hombre, incluso si iba a
explotar sabía en dónde debía hacerlo. En ese momento con que Hachiman hubiese
accedido a venir, debía ser más que suficiente.
—
Por favor, no creo que sea mucho pedir que hablemos un poco.
En
ese momento se mentalizó que si de nuevo Hachiman lo rechazaba iba a renunciar
en ese momento de volverle a decir, pero sorpresivamente se sentó. Hubo un
silencio largo en el que las palabras se mesclaban en su cabeza y pero nunca
llegaron a su boca. Ciertamente de todos los posibles temas que podían tratar,
ninguno era lo suficientemente urgente para tomarlo como excusa.
—
Dos cafés, por favor.
Hayama
sonrió a la camarera y de nuevo volvió a su mutismo, hasta que organizó un poco
su mente y decidió a arriesgarse a decir cualquier cosa.
— Sobre
lo del otro día ¿Has pensado en algo lo que te dije?
—
¿En serio? Te dije claramente aquella vez que esos sentimientos tuyos me
desagradaban. No importa el método, sólo importa lo natural que resulte para
mí.
—
No… no se trata sólo de lo que creas que es natural para ti. No te subestimes, eres
más importante de lo crees, para Yukinoshita, para Yuigahama, para mí.
Hachiman
se levantó de la mesa, dejó unas monedas encima de ella se fue. Hayama lo vio
retirarse de nuevo con su figura encorvada, sin prisa pero con constancia y
algo dentro de sí explotó. Se levantó también y dejó las monedas del café junto
a las que recién había dejado él.
—
Espera, si te vas a ir… por lo menos terminemos de hablar.
—
¿Esperas que venga con una gran sonrisa diciendo «gracias por preocuparse por
mí, seremos amigos por toda la eternidad»?
Soy una persona solitaria, ustedes solos son los que se atribuyen esos
sentimientos hacia mí.
Y
esas palabras fue lo que necesitó para sentirse miserable. No necesitaba que le
recordara que su obsesión con él no era más que unilateral, que era una persona
extraña que no sabía por qué siempre trataba de buscarlo.
— En
eso tienes razón, pues lo siento.
Lo
agarró del brazo y lo sacó del establecimiento sin mirar a nadie. Seguramente
todo el mundo habrá encontrado extraña esa escena, pero a él poco le importaba
el resto. En ese momento llevarlo a un lugar dónde explotar era lo que
planeaba.
No
escuchaba la voz fría de Hachiman espetando contra su actitud, no encontraba
resistencia en su paso que trataba de igual su parcha. No lo estaba rechazando,
o no de la manera que él esperaba. Caminaron por el largo callejón hasta
llegara una calle principal y pararon por el semáforo. Le soltó el brazo y
sabiendo por algún extraño sentido que no iba a hui, se quedaron los dos
esperando a que el semáforo cambiara de color.
— Te
arrepentirás después de lo que vas a hacer.
Logró
filtrar esas palabras de todo el ruido de la calle y decidió no responder a
ello. Lo sabía, no necesitaba que Hachiman le recordara que lo que estaba a
punto de suceder era un error. Estaba defraudando el esfuerzo de mucho tiempo,
la paciencia, las sonrisas vacías y llenas de dolor.
El
semáforo se puso en verde para que ellos pasaran y Hachiman tomó la delantera
ya sabiendo a dónde lo iba a llevar. Siguieron caminando en silencio durante
todo el trayecto, hasta que el complejo de apartamentos donde vivía Hayama
apareció. Hachiman le dio espacio a que Hayama introdujera la llave en la
puerta de su casa y la abriera. Hachiman entró sin mucha delicadeza y dejó la
maleta al lado de la puerta.
— Te
vas a arrepentir.
Lo
dijo con fuerza mientras se quitaba los zapatos y seguían caminando hacia el
cuarto de Hayama. Una vez traspasado el umbral, Lo único que supo Hachiman es
que había sido empujado contra la cama y ahora Hayama reposaba encima de él.
—
Seguro que voy a arrepentirme de esto después.
Los
labios del rubio se deslizaron por el cuello y su lengua se enroscó en cada milímetro de piel que
quedaba descubierto. Los puños de Hachiman se apretaron contra el edredón y
aguantaba que su voz saliera con
cualquier intensión.
Hubo
una pausa en el beso a la piel de Hachiman mientras Hayama se desvestía. Se
quitó toda la parte superior del uniforme y posó sus manos en las caderas de
Hachiman. Tomó el dobladillo de su camisa y lo fue levantando hasta que la
delgada cadera vio la luz del sol. Se agachó para estrechar con sus dientes
pedazos de la carne del abdomen y notó cómo Hachiman terminaba de quitarse la
parte superior de su ropa.
Sus
ojos se encontraron y el contraste del atardecer en su ventana hizo que
pareciera una ilusión ese momento. Se iba a arrepentir, después de que la magia
acabara y volviese a parecer tan lejano como el mismo cielo, se iba a
arrepentir.
Sus
manos reptaron al cinturón del pantalón y fue mordisqueando más pedazos de la
parte baja del abdomen. Hachiman alzó la cadera para hacer más fácil quitar en
el pantalón. Poco a poco el frío del ambiente fue chocando con su entrepierna y
se erizó al verse completamente desnudo enfrente de Hayama. Se iban a arrepentir de ello más tarde.
Los
dedos de Hayama se enredaron en su vello púbico y acariciaba el lugar para
despejar el pene. Las piernas de Hachiman se flexionaron y encerraron la mano
del intruso. Se tomó unos cuantos
segundos recuperarse de ello y respirando profundamente volvió a abrir las
piernas. Acomodó su postura y quedó sentado frente a Hayama.
Este
se deslizó fuera de la cama y se paró, bajando también sus pantalones. Ellos
cayeron con armonía y dejaron entrever un pene semierecto decorado por mechones
dorados. Se arrodilló el borde de la cama y se escurrió por entre las piernas
estiradas de Hachiman, se acercó a su rostro buscando la unión de sus labios.
No hubo resistencia, no hubo mucha premeditación, solo era el impulso de
quererlo como siempre había deseado.
Las
bocas entraron en un abrazo intenso, tanto así que los dientes alcanzaron a
chocarse y la saliva escurría por las comisuras dejándolo fluir hacia la
mandíbula y el cuello. La mano de Hayama agarró la nuca de su pareja y la
estrechó en la forma más física de demostrar su desesperación. ¿Por qué él no
tenía otra forma de hacer las cosas? Su relación podía prosperar pero Hachiman
había matado todas las posibilidades antes de siquiera intentarlo.
El
hombre cuya mirada parecía estar muerta, en ese momento brillaba en un tono
distinto. El gris parecía negro y sus pupilas se dilataron hasta hacerlo
parecer un gato. No huía en ese acto de
profunda locura, tanto él como Hayama estaban entregados a arrepentirse y a
equivocarse en ese instante, para después tener el pretexto de la culpa.
Todo
se hacía en silencio, apenas si podían percibirse los sonidos de los fluidos y
las respiraciones roncas que chocaban contra la piel del otro. Los dedos de
Hayama se llenaban del sudor apenas notable en los poros excitados de la
espalda de Hachiman. Cuando ganó su territorio, el abrazo que le dio hizo que
quedaran acostados.
Hayama
se separó y contempló al mayor acierto y
error de su vida. Era el escalofrío de saber que lo haría suyo y a la vez
alejarlo lo que hizo desear contemplarlo durante todo el tiempo de universo. La
palidez característica en el objeto de su deseo, se convirtió en un rosado
discreto. La expresión déspota con la vida, se transformó en una intensa mirada
combatiente. Se excitó sentirse confrontado en él, la mirada que no le había
visto jamás, era suya.
Se
posicionó arriba de Hachiman y filtró sus manos hasta llegar al pene que
comenzaba a excitarse. Los dedos se
enroscaron en la longitud y con delicadeza comenzó a deslizar el prepucio
haciendo que esta acariciara el glande. La punta del pene se escondía y volvía
aparecer jugando con la tentación del momento. Era el gusto de sentir cómo le
temblaban las piernas a Hachiman cada
vez que su pene era incitado lo que le llenaba su propia erección de potencia.
Separó
la mano del miembro y junto a esa acción un reclamo sobresalió en un grito
ahogado. Hayama lamió sus dedos y con el índice, empezó a jugar con la punta de
la lujuria.
— Ah…mmm…
—Hachiman fue traicionado por una lastimera voz.
Ese
gemido llenó un recóndito lugar del instinto más sádico. Esa sumisión ante sus
caricias era un estilo de prueba que
llevaba a desearlo mucho más. Hayama estaba siendo tentado por ese enemigo de
la vida. Los dedos de los pies de Hachiman se encresparon cuando su longitud
fue sobrecogida por la elasticidad y humedad de la lengua de su compañero.
El
sabor salado, ese sabor sucio de la complicidad y de la culpa fue lo que le
hizo fundir su cerebro durante un instante. Nunca antes, con su actitud
impecable, creyó haberse visto capaz de desear manchar todo su ser con el
líquido de un error. Engulló hasta lo profundo de su garganta deseando las
cosas más indecentes.
Su
cabello rubio se convirtió en los hilos que cubrían los dedos de Hachiman. Este
tomó la cabeza de quien lo devoraba en un intento desesperado de no
desfallecer. Sus caderas se estrellaban
con las paredes de esa boca e incluso cuando en algún descuido los dientes lo
rozaban, su columna se destruía en un placer intenso.
Su
resistencia para el placer, a diferencia del dolor, era muy poca. No fueron
muchos los encuentros con la garganta de Hayama antes de liberarse. Cerró las
manos arrugando el edredón y tratando de llevárselo a la cara. La visión se
tornó blanca, la voluntad se filtró por entre las hebras rubias y decidió
rendirse por una vez a otra persona.
Escuchó
la garganta abrirse y cerrarse para llevar el líquido blanquecino a un destino
no pensado. Hayama se retiró lentamente tomando un largo suspiro para poder
enfrentar el nuevo estado del cuerpo de Hachiman. El aire se puso denso, las
fosas nasales se abrieron y contuvo el aire. No había preparación suficiente
para ver cómo se derrumbaba un mundo con sus propias manos.
Retrocedió
en busca de elementos que facilitaran la intromisión, pronto salió el condón y
el lubricante. Embadurnó su mano con el
líquido transparente y la mostró escabullirse entre las nalgas del pelinegro.
No hubo sobresalto, ni siquiera un gemido. Eso no lo decepcionó ni bajó su
moral.
El
esfínter se contraía y relajaba como si estuviese nervioso. El dedo lo acarició
con calma y el procedimiento de dilatación comenzó. Los dedos fueron amoldando
a su conveniencia el lugar que parecía resentido a ser utilizado en un
propósito que no era el propio. El cuerpo masculino tenía un diseño misterioso
y en una proximidad imprevista, fueron descubriendo el pequeño punto detonador
de todas las experiencias de placer. Una
vez identificado, la malicia de quien tiene el poder, fue lo que llevó a que de
forma abusiva se estimulara la próstata.
Lo
que hasta ahora era algo silencioso, se convirtió en una coexistencia de la
desesperación que salía de la garganta de Hachiman junto con la contorsión de
su cuerpo. De seguro que después se arrepentirían de ello. La intensidad de la
estimulación lo llevó a olvidar todos nimios detalles como el tiempo, su
nombre, el nombre de su compañero, el arrepentimiento y la culpa.
Una
segunda llamarada de intensidad, hizo que explotara en dirección indefinida.
Manchó su pecho, el rostro de Hayama y el edredón. La garganta le dolía y su cuerpo se sintió
sobrecogido por el sudor, la tensión en sus caderas y el remanente del placer.
Quizás
por el mismo hecho de no percatarse de la materialidad de su cuerpo, fue que no
identificó la mano de Hayama colocándose el condón y embadurnado el símbolo de
lo trascendente. El pecho de Hayama tocó el de Hachiman y en ese momento, todo
se volvió de un color rojo incandescente.
Todo ardía en la habitación, la sensación en su entrada, el contacto de
las pieles, el aire, los colores y su propio cuerpo.
Torció el pecho al sentir escurrir en su
interior una serpiente rígida que escudriñaba todas las resistencias tanto
emocionales como físicas. De nuevo revolvió el edredón tratando de hallar el
alivio en esta acción. Su garganta se cerró y sus ojos estaban muy pendientes
ante el objeto extraño que lo estaba penetrando.
— Hiki…tani…
Hachiman.
La
voz de Hayama se filtró como libidinosas esporas que flotan en el viento con el
propósito de hacer crecer nueva vida en donde se posen. En ese momento sintió
florecer todo su cuerpo, la expresión sublime de la creación, del hacer al
universo en un hacer nada. Las raíces lo anclaron a ese momento como a nada en
su vida.
No
tuvo otra opción para soportar el peso de la consciencia que abrazarse al
cuello de Hayama que cada vez era más irracional en su interior. La punta de la
lujuria chocaba con los interiores de forma rabiosa, casi podría decir que
caprichosa. Sus piernas se llenaban de calambres con más frecuencia.
La
expresión de Hayama le mantuvo entretenido, el color puro con el que el color
azul se fundió con el negro de su pupila; la piel que se llenaba de gotas de
sudor y la expresión de sus labios que trataban de capturar el aire y
convencerlo de no abandonarlo jamás.
La
irracionalidad de las caderas de Hayama destrozó la mayoría de la voluntad del
arrepentimiento. No importaba qué tan incorrecto fuese, mientras pudiesen
desearse, por ahora eso era suficiente.
Se abrazó a ese momento y permitió a la locura hacer su trabajo.
La
intensidad de la penetración fue al ritmo de un reloj apocalíptico. La
resistencia del pene de Hayama fue llegando a su cúspide, en eso agarró con
fiereza las caderas de Hachiman y chocó tan fuerte como su cuerpo lo permitía.
La explosión llegó a su debido momento.
Con toda la fuerza de su garganta liberó la sentencia que concluía ese
encuentro.
Se
había venido con una intensidad abrumadora. Se recostó al lado de Hachiman y
con la respiración entrecortada lo veía con una sonrisa típica de su
personalidad.
—
Todavía no me arrepiento de esto.
—
Eventualmente lo harás. Tú eres un ser totalmente diferente a mí, no estamos
hechos para coexistir en un mismo plano.
Las
palabras típicas del enemigo de la vida se hicieron presentes, nada nuevo.
Hayama dejó pasar la negatividad de la oración y se permitió disfrutar el
tenerlo ahí, recostado, mirándolo después de haber sido suyo. Serpenteó sus
brazos y lo atrajo hacía sí. Ese abrazo fue más antinatural que todo lo que
recién acabaron de hacer, por lo que Hachiman respondió separándose. Hayama descansó durante unos segundos y
después de ver que Hachiman estaba de nuevo a la defensiva, él también cambió
su actitud.
Se
levantó, tomó sus calzoncillos y el pantalón y se los colocó a medias. Se sentó
en el borde de la cama y le dio la espalda a Hachiman, que se había sentado en
la cama recostándose contra la pared. Suspiró un par de veces y luego de
prepararse para el rechazo, soltó las palabras.
— Me
gustas, estoy casi seguro que estoy tan enamorado de ti como no lo he estado
nunca.
— Sí
que te esfuerzas por forzar mi existencia en ti, eso es sólo el fracaso de tu ego
al no verme involucrado en tu círculo de ovación narcisista. Lo siento por ti,
pero de esto seguramente si te arrepentirás.
Juntó
las manos alrededor del rostro y se quedó meditando esas palabras. Sin duda
alguna, de este encuentro sólo salió el arrepentimiento. Los ojos azules
siguieron la figura encorvada de quien fue su todo durante unos instantes. Este
recogía su ropa, se cambiaba y se despedía con la misma voz fría con la que
esta discusión había comenzado.
Al final, junto con la caída del sol, le
acompañó el sonido de la puerta de su apartamento cerrándose y esta declaraba
la hora de las lamentaciones.
Yo sé que más de uno pensamos que esta
pareja sería de las típicas frío y calor, precisamente por la personalidad de
Hachiman, pero el futuro es prometedor con esta pareja. Espero les haya gustado
y larga vida al HayaHachi :D