14
Cedric
«La Cita 1»
Los
ojos sumergían en los miles de rostros que pasaban al frente suyo. El
itinerario para lograr que su cita fuera perfecta estaba lejos de estar
planeado. Era paradójico que esta fuera una de las cosas que no quisiera
controlar. Ya fuera que Perséfone haya tenido un arrebato para contactarlo, o
que simplemente fuera la sola curiosidad de estar con un fan, no quería juzgar
lo que fuera a pasar allí.
Incluso
ahora ya tenía el celular de Perséfone ¿Qué se supone que iba a hacer con él?
No tenía idea. En ese momento se sentía traicionado por la entidad superior que
no le dejó seguir con su ideal de permanecer como un fan más. Quería olvidarse
de ese amor platónico, pero el verlo no iba a ayudar en nada.
No
se había percatado cuándo salió de casa, si lo hizo muy temprano o muy tarde;
ya estaba parado el lugar y sin nada mejor que hacer que ver a la gente pasar.
En ese momento se sentía como si estuviera haciendo un curso intensivo de
amoríos. En primera instancia, estuvo Elliot que sólo lo pudo dejar con un
sentimiento doloroso pero que debido a su amistad pudo sobrellevar; en segundo
lugar, estaba Perséfone y probablemente las aventuras que había tenido para
llegar a este punto se multiplicaran.
Sacó
el celular para revisar la hora o mirar si tenía alguna llamada por parte de
él, pero los nervios siendo artífices de la torpeza, le hicieron caer el
celular del bolsillo. Recogiéndolo con desespero, se quedó revisando si no
había quedado ningún rasguño o se había roto algo, y justo en ese momento
sintió una mano en su hombro. Se volteó con una velocidad suficiente, como si
fuera la muerte misma quien hubiese llegado.
—
Lamento la demora.
Nunca
se había dado cuenta, de todas las veces que había estado con Perséfone, que la
voz que tenía era muy suave. No en el sentido que fuera afeminada, sino que
llegaba a unas frecuencias que relajaban de solo oírle. Estaba perfectamente
modulada, la impresión al escucharlo le recorrió desde el cuello hasta la punta
de los dedos. Se demoró unos momentos intentándole contestar,
—
Está bien, no esperé mucho.
Le
sonrió pero no fue abiertamente como si fuera un niño, sino una sonrisa
pequeña. No estaba molesto o algo por el
estilo, sino que simplemente se sentía muy presionado por no dar una impresión
equivocada. Atosigarlo con su emoción o demostrarse demasiado atento como si
fuera una mujer, ese tipo de cosas sabía que podría molestarle, así que lo
evitaría.
—
No había pensado en nada cuando te llamé, así que no sé a dónde ir ¿qué
hacemos?
Cuando
miró a Perséfone diciendo esa frase, lo notó algo nervioso. Esa reacción no le
dijo nada por sí misma, no quería ser obtuso, no le interesaba llenarse la
cabeza de novelas creyendo que esas manifestaciones de emoción estaban apuntando
hacia un lugar favorable.
—
¿Quieres algo de comer? Podemos ir al centro comercial al tercer piso.
—
Está bien, después si no te parece mal, podemos ir a tomarnos unas cervezas.
Cedric
asintió y apuntó con su mirada hacia el centro comercial y los dos empezaron a
caminar en silencio. No era capaz de mirarlo aunque se sentía extremadamente
tentado a hacerlo. Como si lo hubiesen practicado, el ritmo de sus pasos era el
mismo. Se sentía la incomodidad entre los dos, pero no era insoportable.
Caminaron hasta el fondo donde estaban las escaleras eléctricas e
inesperadamente había mucha gente apretujándose por subir. Perséfone en ese mismo
instante hizo una mueca de fastidio y tomó a Cedric por el brazo y lo arrastró
fuera de la gente.
—
Mejor por las escaleras, detesto las multitudes.
Cedric
no mostró resistencia y se dejó llevar hasta allí. Perséfone comenzó a subir
primero y él siguió después de unos pasos. No lo había hecho a propósito, pero
se sintió mal cuando al alzar la mirada vio la buena vista que le había dado.
Hasta ese momento se percató de las ropas de Perséfone que si bien eran
simples, en él daban un contraste equilibrado. Los jeans grises que armaban una horma perfecta a la altura de sus
caderas, las piernas largas se veían más esbeltas cubiertas con esta prenda;
una chaqueta negra con telas combinadas entre algodón e impermeable; y unas
botas negras estilo militar.
Era
simple y a la vez le hizo desear abrazar esas piernas y hundir sus dientes en
las caderas. Corrigió el camino de sus pensamientos cuando llegaron al segundo
piso y perdió los pocos beneficios que había tenido durante unos cuantos
escalones. No había sido preso de la lujuria cuando estaba pensado en
Perséfone, o no una muy evidente. Claro que le gustaba físicamente, pero eso no
repercutía en que quisiera imponerse sobre él sexualmente.
—
¿Tienes algún lugar en mente para comer?
—
Mmh… bueno, no sé qué te gusta, tal vez ir a comer pasta o algo así.
No
meditó esas palabras, pero sabía que a Perséfone le gustaba la pasta, así que
quería darle gusto. Efectivamente los ojos grises de Perséfone se llenaron de
un brillo que lo hizo ser más hermosos durante unos segundos. Se agarró un
mechón de su cabello y comenzó a juguetear con él. Eso lo hizo verse más
adorable, le dieron ganas de abrazarlo, pero se abstuvo y esperó la respuesta.
—
Me gusta mucho la pasta… vamos.
Los
dos emprendieron camino a un restaurante italiano que estaba al fondo de la
plazoleta de comidas. De camino hacia allá, se notó que los dos se habían
relajado. Ese pequeño detalle de saber que le gustaba la pasta, quizás les hizo
sentir que no eran desconocidos.
Ocuparon
la mesa más cercana al local y Cedric se quedó sentado cuidando puesto. Le
indicó a Perséfone que pidiera lo mismo que fuera a comer y le dio el dinero
para pagar por los dos. No pensó que fuera un gesto extremadamente galante,
pero así pareció porque Perséfone no le quiso recibir el dinero.
—
Yo fui quien llamó, así que yo pago.
No
dijo más y se dirigió rápidamente a hacer cola para hacer el pedido. Verlo
mirar el tablón de comidas y saber que iba a pedir de por los dos, le hizo
pensar que quizá estaba en una película o algo por el estilo. Estaba
disfrutándolo, no se habían dicho nada, pero era suficiente con esas acciones
mínimas.
Se
quedó meditando que después de ello irían a tomar unas cervezas. Según en el
foro a Perséfone no le gusta beber alcohol, se planteó cambiar esa información
cuando llegaran. Sabía que con la ayuda del licor, iban a lograr hablar más
fluidamente ¿Pero sobre qué? ¿Qué quería preguntarle?
Los
ojos se quedaron pendientes de la figura de Perséfone y su corazón empezó a
latir fuertemente. Quizás fue un efecto retardado de la impresión de hallarse
en ese instante en una cita con ese hombre. El rostro se enrojeció y la boca
quedó árida. Le dieron ganas de salir corriendo y seguir siendo un incógnito
para él, pero ya era demasiado tarde.
Perséfone
volvía con el disco con su turno y que vibraría en el momento que estuviera
lista su orden. El cabello se balanceada juguetonamente y se vio tentado a
acariciarlo. Es que todo lo que hacía lo tentada, verlo comportarse normalmente creaba una
nueva imagen; esta era que Perséfone no sólo era sensual en la tarima sino que
era innato en él.
—
Dicen que se demorará un poco, al parecen hoy todo el mundo tiene ganas de
pasta.
Los
gestos de Perséfone estaban mucho más relajados que antes de irse. Le quitó la
súbita ansiedad que lo acogió hace unos momentos, la cita estaba siendo algo
agradable no tenía por qué agregarle nada a ello
—
Será esperar.
La
sonrisa que siguió después de ello fue una bastante expresiva. Hasta ese
entonces no había mirado fijamente a Perséfone, pero cuando se encontraron sus
ojos recibió un mensaje tan claro que no podía malinterpretarse: «tengo
nervios». Sus ojos grises estaban muy brillantes, sus mejillas estaban de color
carmesí, constantemente frotaba sus manos en los bolsillos como queriéndolas
secar. «Está igual que yo», pensó y ser
consciente a ello le devolvió los nervios. La acción que siguió fue tan
impredecible como la cita misma; en vez de sentarse al frente suyo, tomó la decisión de sentarse su lado. Quedó
petrificado.
—
Creo que así podemos hablar mejor.
—
Es verdad, hay mucho ruido.
La respuesta fue muy rápida, los dos ya tenían
claro que estaban muy conscientes de la presencia del otro. Inconscientemente
se movió unos centímetros para no sentir el calor en su hombro y torció el
rostro para el lado opuesto a Perséfone.
—
Lamento no haber llamado antes, sé que
fue descortés de mi parte.
—
No te disculpes, está bien, sé que eres una persona muy ocupada. No estoy
molesto ni nada.
—
Pero yo sí estoy molesto conmigo mismo.
Cedric
lo observó con discreción pero el cabello ocultaba sus ojos. No quería verlo así, no era necesario que estuviera tan preocupado
por ello.
—
Me alegro mucho que ya hayan sacado la nueva canción y lo del concierto, cuenta
con que estaré allí.
—
Gracias... Por apoyarnos siempre.
—
Es un placer mio, después de todo me gusta mucho la banda.
—
...
Era
la frase de cajón de siempre, pero se sintió como si hubiese cometido un gran
error. Estuvo tentado a pedir disculpas
pero sin saber qué hizo mal, se sentiría ridículo. El silencio siguió de forma
natural, Cedric miró a una mesa que
estaba al otro lado del pasillo y se percató de una pareja. La chica estaba riendo muy contenta, el que
sería su novio le robó un beso en la mejilla y siguieron riendo. Coqueteaban
como cualquier pareja normal, pero la envidia que le dio, ya no lo era.
No sé qué impresión le dio a Perséfone por mirar a la pareja, pero al parecer fue una de rechazo porque se
paró y se sentó al frente suyo.
—
¿Estás aburrido? Perdón, tan solo que no sé qué decir, debe ser más divertido para ti estar con tu
novia.
—
Espera... ¿Qué?
Cedric
no se esperaba ese repentino bajón en la tranquila cita. Él simplemente estaba nervioso ¿qué le hizo
pensar que estaba aburrido?
—
Yo tampoco sé qué decir, no es que esté
aburrido...
—
Ni siquiera te esfuerzas por intentarlo.
—
Estoy nervioso ¿vale?
No quiso sonar brusco, sin embargo hizo que Perséfone se encogiera
en su puesto.
—
Perdón por no ser tu novia y hacerte más cómoda la cita...
Después de esa oración Perséfone y Cedric se
quedaron callados, entendiendo que esa frase estaba fuera de lugar. Cedric no sabía si eso tenía que corregirlo
así que solo desmintió su relación sentimental.
—
No tengo novia y sabes que estoy muy contento de estar aquí ¿Hice algo mal?
—
No... Lo siento... yo también estoy
nervioso.
—
¿Por qué?
—
Supongo que por la misma razón que tú.
Cedric
lo sintió como una invitación y estiró su mano para tomar la de Perséfone entre
las suyas. Justo cuando se iba a acercar,
el disco vibró anunciando que la comida estaba lista. Retiró la mano
rápidamente y se quedó rígido mirando el disco que se movía en la mesa.
— Yo voy por la comida.
Cedric
se levantó y tomó el disco. No vio el rostro
de su acompañante y es que no quería hacerlo,
quería irse ya. Todo se estaba
poniendo muy raro, casi podía jurar que estaba coqueteando con él y eso era
imposible así que se estaba volviendo loco tal vez.
Llegó
al mostrador, tomó la bandeja con dos pastas a la boloñesa y de repente se le
quitó el apetito. No era que le disgustada en especial esa comida, simplemente
comprendió que por culpa de ese plato iba a estar más tiempo comportándose
extraño y haciéndose ideas egoístas.
Llegó a la mesa y colocó los platos junto con
las gaseosas. Se apuró a devolver la bandeja y se negó a mirarle de nuevo.
Estaba a punto de coquetearle sin tapujos alguno ¿Dónde estaba su
vergüenza? Detestaba cuando la vida se
encargaba de contradecir su voluntad.
—
Gracias por la comida Persé… Thom.
—
Está bien, si quieres llamarme Perséfone.
Se
sentó frente a su plato y lo tocó con el tenedor varias veces, pero jugando con
el alimento, mas no demostrando intención de comer. Era paradójico que quisiera
irse de allí, pero no estuviera comiendo desesperadamente.
—
No te gusta la pasta.
—
No es eso, me gusta… pero no puedo dejar de pensar algo.
—
¿En qué?
—
¿Por qué? ¿Por qué me llamaste?
Perséfone
dejó el tenedor entre el plato y se retiró de la mesa. Antes de que pudiera
avanzar mucho, Cedric le tomó de la mano y lo jaló contra sí.
—
¡Suéltame!
—
¿Qué demonios pasa contigo?
Se
desesperó tanto que no pudo modularse y lo estrujó junto con sus palabras
cargadas de ira. Lo arrastró de nuevo hasta la mesa y lo sentó. Perséfone se resistió
lo que pudo, pero inesperadamente Cedric era más fuerte de lo que creía.
—
Estoy intentando hablar contigo y sales corriendo.
—
Ya me estás diciendo que mejor hubiese sido no llamar.
—
¿Te estás escuchando? Yo nunca he dicho eso. Mira, es normal que esté confundido. No sé qué
es lo que te motivo a querer… esto ¿Entiendes? No estoy juzgando nada, sólo
quiero saber.
—…Yo
tampoco sé para qué te llamé.
—…Comamos,
está bien, no preguntaré más.
Perséfone
tomando la palabra, se llenó la boca de pasta y pasaba bocado rápidamente casi
podía afirmarse que ni estaba masticando. Él lo imitó pero regulando su
velocidad. Respiró profundo y se dejó llevar por el silencio. Ya no había nada
qué hacer, Perséfone era más impredecible que el clima. Si decía algo agradable lo molestaba, si
trataba de no molestarlo mostrándose demasiado intenso, también se molestaba;
si intentaba mostrarse amable colaborando a pagar la cuenta, también molesto;
en síntesis, todo lo molestaba.
Lo
único que le salió bien fue decir que comieran pasta, que ahora sabía horrible
por la pelea sin justificación aparente ¿Qué tenía de malo preguntar? Era
normal que uno se pregunte qué es lo que quiere alguien que llama a las cuatro
de la mañana.
Terminado
el almuerzo, Perséfone se levantó con su plato y se fue a botarlo. Cedric aún
no acaba pero presentía que después de botar el plato seguiría derecho acabando
con su cita sin su permiso. Efectivamente, así sucedió, en parte pensó que era
lo mejor, pero era evidente que iba a ir tras él. Dejó su pasta a medio acabar
y salió corriendo.
Esta
vez no se atrevió a detenerlo, caminó unos pasos tras de él y se quedó expectante
a la siguiente reacción explosiva de ese hombre. Ya sabía que se había
percatado de él porque había aumentado el paso tratando de perderlo, cosa que
no iba a lograr a menos que corriera más rápido que un leopardo.
Cuando
el correteó terminó, Perséfone se rindió en intentar perderlo y se volteó. La
mirada era aguda y la respiración entrecortada por la actividad realizada. Cedric
se recostó contra una de las barandas del pasillo y se quedó mirando a Perséfone
con el rabillo del ojo. Luego la risa no pudo ser contenida y carcajeó tan duro
como pudo.
—
Esto es demasiado estúpido.
Perséfone
estaba sin una postura definida ahora, no sabía si estar molesto o reírse también.
Optó por quedarse serio mirando hacia otro lado para que no le contagiara la
risa. Cedric ya no estaba para nada molesto, así que simplemente le pasó el
brazo por los hombros y lo arrastró para que se pusieran a andar de nuevo.
—
Vamos a por esas cervezas entonces.
En
esa ocasión si se tomó la molestia de darle la atención que se suponía que
estaba esperando. Lo miró fijamente al rostro y le sonrió abiertamente. La
reacción fue mínima por parte de Perséfone, pero la relajación fue evidente. Estaban
en la segunda oportunidad de su cita.
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