domingo, 16 de agosto de 2015

Con tan sólo un paso - Capítulo 13

13

Perséfone


« Buscar»


            Todos estaban empacando sus instrumentos, entre el tiempo que le llevó percatarse que no podía alargar más el ensayo y lo que se demorara en salir, la desesperación lo llevó a buscar a Sherly. La figura de la mujer impersonal con la que siempre trataba, estaba diseñada con todas las características para saber que no debías sobrepasar la confianza y contra todas estas advertencias él había atentado contra las normas del lugar.

            — Hola, lamento molestarte, el chico que te pedí el favor que dejaras entrar ¿Dónde está?

            — Él se fue… Thom no sé qué fue lo que le contaste pero llegó diciendo cosas raras de una tal Nightmare y que él no había venido a ayudar ¿Estás jugando conmigo? Ya sabes que esta zona no es de libre acceso.

— Lo siento, en verdad era una amigo que… venía ayudar, bueno lo siento, no volverá a suceder. De casualidad ¿Dejó algún recado para mí o un mensaje?

— Lo único que me dejó dicho es que no te dijera que estuvo aquí.

            Se quedó en silencio mirando a Sherly, no podía reprocharle absolutamente nada, él era quien había roto las reglas. Había orquestado todo este asunto de Thanatos Nightmare para evitar poner él la cara y llamar a Cedric, le había pedido el favor a Damien que los grabara desde la puerta para fingir que era una toma prohibida y después enviárselo esperando que cayera en el truco. En ese mes estuvo múltiples veces cerca de comunicarse con Cedric, pero siempre echaba todos sus planes a rincón del olvido por miedo a comprometerse. Ahora que estuvo en ese mismo lugar, él había estado esperado que al igual que en el bar, se presentara voluntariamente a entrar y que no fuera su persona quien tuviera que ceder. 

            — ¿Al fin vino o no vino este chico? — Dylan se apoyó sobre el escritorio de Sherly.

            — Vino, pero no entró.

            Thom se alejó de las dos figuras y se devolvió al salón ocho para terminar de sacar las cosas que quedaban allí. Ya era obvio para quien se enfrentara a él que estaba enojado, muy enojado. Corrió con brusquedad las sillas y agarrando su guitarra se despachó a sí mismo de la reunión con sus compañeros de banda. Dio una despedida impersonal y despejó el lugar asumiendo que era indeseado allí.

            Instintivamente sacó su celular buscando construir una situación poco probable. Conociendo eso de antemano no pudo detenerse a esperar con anhelo que Cedric lo llamara, que por supuesto claro que podría haber sucedido si le hubiese dado su número. Eso lo hizo enojar a un nuevo nivel, ser obligado a ver su propio egoísmo con un matiz dañino no era bueno para nadie.

            Desde siempre supo la calidad de defectos que se indexaban en su personalidad, y estaba conforme con ellos cabe resaltar, pero que llegara el día que se reprochara la cobardía con la que manejaba la vida, lo puso en una situación comprometedora. No se estaba aceptando tal y como era en ese momento.

— Maldita sea Cedric ¿Quién te crees que eres?

Pateó con fuerza una botella plástica que había en su camino, esta fue rodando hasta que llegó a la calle. En el transcurso natural de los automóviles la rueda pasó por encima del artefacto y lo impulsó con la rotación, acertando con una misteriosa puntería a su pierna.  

A pesar de ser totalmente natural que en un momento como este se gritara de frustración, la acción que decidió tomar entre toda la gama, fue detenerse para mirar su pierna. La materialización de la acción-reacción lo dejó entramando el posible significado de su frustración actual. Ya lo sabía desde el momento que le pidió el teléfono a Cedric, se estaba comprometiendo a responder a sus sentimientos de alguna u otra forma y le había mentido.

            — Demonios…

            La frase que era para sí mismo se transformó en el aviso para los transeúntes de evitar manifestar la risa ante el cómico evento que había presenciado. Siguió su camino con el aviso universal de su error. La procedencia del castigo parecía provocada por algún bromista, pero aceptó sin rechistar lo venidero en su trasegar.

            Después de reducir el camino del estudio a su casa hasta volverlo un cero, se apoyó en la idea esperanzadora que su madre iba a estar allí para consolarlo. No estaba del todo errado esperando ver a su madre, pero se equivocó al pensar que iba a estar sola. De vez en cuando a ella le gustaba traer a sus amigas para hacer unas tardes recreativas, cosa que celebraba ya que ella no solía estar con muchas personas.

            — Si ya llegaste.

— Hola ma.

— ¿Quieres unirte? Gladys trajo una torta deliciosa.

            Asistió con decencia y tomó una rodaja de la torta de naranja. La comió en el sofá viendo toda la escena de ancianitas hablando de múltiples  tips para cocinar, tejer e incluso solucionar problemas de pareja.  En su ensimismamiento no disfrutó en lo más mínimo ver la poca privacidad de la que disponía para exteriorizar su frustración, pero era predecible que iba a respetar ese momento.

            Dio las gracias asestando un beso en la frente de cada una de las presentes. Una vez en su habitación dejó la guitarra en su soporte y se sentó en el piso recostándose contra la cama. Estaba forzándose para engendrar la solución a esta ambigua situación, oficialmente no tenía ningún apoyo para exigir la presencia de Cedric en reposición a la cita que no concretó, ni se sentía capaz de llamarlo para arreglar su propio error.

            Encendió el computador cumpliendo con lo que la costumbre solía dictar en la rutina. Mientras los iconos cargaban en la pantalla, impulsivamente tomó su guitarra y comenzó a componer. No había ninguna idea que conectara esa canción a sus demás trabajos, no obstante la necesidad de hacerlo era apremiante.  La letra que construyó en conjunto con los acordes, era con certeza la culpa que sintió por mentirle a Cedric.

Las horas que se pasó puliendo esa canción solo estaban destinadas a magnificar sus sentimientos verdaderos y con toda la ayuda que recibiese de sus habilidades confiaba que de la misma manera que cuando lo había conocido había llorado, esta canción sirviera para aliviar un poco el peso de su engaño.

            Cuando se hizo de mañana, toda la tensión de su pecho se había desechó. Se encargó que cada detalle de este mensaje estuviera en el lugar indicado. Nunca había compuesto una canción por alguien más, es decir, que fuera una dedicatoria y lamentaba que su primera vez fuera una canción de disculpas. Renderizó la letra en conjunto con la canción modificada.
           
Lo primero que hizo fue pasarle el demo a Enzo y postular su nueva creación como una sorpresa para el concierto. Una vez tuvo respuesta de todos los integrantes, la calma de estar avanzando hacia la libertad de su conciencia lo dejó dormido.

***

Esperando la respuesta a su pregunta, no podía quitarle los ojos al celular mientras trabajaba. Hoy habían traído música en vivo para entretener a los clientes y había una cantidad de gente inusual, como era de esperarse no podía estar perdiendo el tiempo.

Por fin después de tres días se había arriesgado a mandarle un mensaje a Cedric preguntándole cómo le había ido en el ensayo de la banda, por supuesto bajo su seudónimo de Thanatos Nightmare. De eso ya había pasado varias horas y seguía sin recibir respuesta. Si existía alguna razón para que se hubiese ido sin decir nada, quería saberla.

Asumía que la falta de actividad de Cedric en el foro en esos días se debía a la misma razón que lo llevó a no quererlo ver. Podía intuir que se debía a no haberle llamado, pero cubriendo otras posibilidades quería estar seguro de todo lo referente a él. Para ese entonces entendió algo que lo asustó terriblemente,  quería saber sobre él pero ya no sabía nada de sí.

Estaba experimentando algo que jamás le había pasado, esa ansiedad por entender lo que otra persona pensaba sobre sí mismo, esa necesidad de tenerlo cerca para confirmar algún tipo desconocido de incógnitas que ni siquiera se había preguntado. Lo peor de todo es que la solución a ello era algo tan sencillo como marcar lo que los conectaba, pero le resultaba tan difícil como ir al espacio sideral. Estaba siendo tan inmaduro y la única excusa que tenía era lo incontrolable que le resultaba medir las consecuencias de trasgredir y demostrar que también tenía interés.

Las apuestas arriesgadas y llenas de baches no eran lo suyo y a pesar de todo, había perdido el sentido de la rectitud del saber racional, cuando quiso tener el medio para contactarle. Estaba maldito con el dramatismo en extremo que le otorgaba tenerle tanto miedo a descubrirse incapaz de seguir adelante por su parte, sin depender de nadie más.

Un grito interno ensordeció todos sus otros pensamientos. No tenía sentido que se sintiera tan descontrolado por una acción que resultaba hasta ridícula ¿Cómo era posible que le resultara más fácil escribirle una canción de disculpa que llamarlo antes? La parte que aún quería ser madura y separar su pánico infantil de su objetiva alianza creativa, se paró en medio de la nada y le abofeteó.

— ¿Estás bien Perséfone?

            Speedy lo sacudió cuando se quedó inmóvil detrás de la barra. No había escuchado la última orden que le había pedido.

— Lo siento ¿qué decías?
— Dos Sex on the beach, por favor.
—  Ya voy.

Se concentró en buscar el licor de melocotón mientras alistaba el jugo de naranja, el vodka y los demás ingredientes. Qué vergüenza le daba estar desconcentrado y todo por un tema tan irrisorio.

— ¿Pasa algo?
— ¿Por qué lo dices?
— Porque hoy estás especialmente distante, y podría asegurar que más que distante estás muy preocupado ¿Pasó algo con tu mamá?
— No, no, nada de eso… la verdad es que ni yo mismo lo sé.
— Ya sabes que puedes contar conmigo.
— Gracias, toma, ya está lista la orden.

Deslizó las dos copas y se quedó a la espera de los otros dos meseros que recogían los vasos vacíos de las demás. En la mirada atenta de su jefe, pudo entender que realmente hoy había estado teniendo un pésimo día. Una vibración le recorrió desde la pierna hasta la conciencia para darse cuenta que al fin le habían respondido el mensaje. El corazón no supo qué hacer en ese momento y sólo se quedó brincando varias veces en su lugar.

Del mismo entusiasmo con el que había esperado la respuesta, no vio venir el golpe de decepción al leerla. No entendía muy bien el texto y lo que menos se le hacía claro era la clara frialdad al tratarlo. Se notaba que no estaba siendo displicente a propósito, pero se entendía que le estaba guardando algún tipo de rencor indirecto.

«Hola. Fui el día del ensayo pero no los vi, la verdad creo que fue una mala idea que me hayas pasado esa información. No deberías andar revelando esos datos sin control, puede que realmente eso se vuelva una molestia para los muchachos. Hay que dejarles tener su privacidad.»

¿Qué le podía responder? Su mente se quedó en blanco y entendió el respeto que él tenía por la banda. Comprender que jugar con la imagen de su propio grupo para manipular las acciones de Cedric no iba a dar resultado de ninguna forma, le dio un escarmiento inesperado. Él era caprichoso, miedoso y meticuloso, todos los bienes no favorables de su personalidad se convirtieron en un arma de doble filo. Se sentía culpable.

«Lo siento, no pensé que eso fuera problemático. Prometo no volver a hacerlo, pero ¿Pasó algo? ¿Por qué no hablaste con ellos?»

Pensando que quizás estaría tan enojado que no respondería, se volvió a sus tareas venideras. A los pocos minutos recibió la respuesta, pero no se sintió capaz de querer mirar cuales eran los verdaderos sentimientos ocultos tras las acciones disociadoras. Llegando las cuatro de la mañana, ya cerrando la jornada laboral, se decidió a leer y aceptar cualquiera de las palabras que vinieran por parte de él. 

«Específicamente no fue nada, si soy sincero, fue para ponerle freno a mis propias ilusiones. No soy más que un fan como cualquier otro, no hay nada especial que me una a las vidas personales de los integrantes y prefiero alejarme por mi cuenta a que tengan ellos que decirme que soy una molestia. »

— ¡Pero tú eres diferente!

La angustia le hizo manifestar sonoramente su pensamiento interno. Él no era como ningún otro, él… él… era único. Se sintió desesperado por poder hacerle corregir esa mentalidad impersonal que había decido tomar contra él y realizó la acción temida durante todo el último mes.

Los números consecutivamente fueron marcados, decodificando la línea que lo uniría a esa persona que había decidido alejarse de él. No podía permitirlo, no se sentiría capaz de hacerlo. Cuando al fin después de dos intentos la línea fue descolgada, se le secó la boca y no manifestó su presencia por la bocina.

— ¿Aló? — la voz somnolienta de Cedric le hizo poner los pelos de punta.
—…Lamento llamar tan tarde.

Quizás era por el tiempo que le estaba tomando procesar a Cedric que estaba hablando con él, o por el hecho de no saber con quién estaba hablando  pero el silencio fue anormalmente largo.

— Lo siento… perdón por no haberte llamado en todo este tiempo…

            Seguía sin haber respuesta y eso lo ponía más ansioso. Cualquier palabra servía, pero que le confirmara que lo estaba escuchando.

            — He estado muy ocupado en este tiempo… me preguntaba si estarías libre… para salir o algo así…

            Su voz fue disminuyendo de volumen hasta hacerse un susurro agudo que manifestaba toda su vergüenza, todo su miedo y toda su excitación por estar hablando con él.

            — ¿A esta hora? ¿Qué te pasa?

La voz susurrante de Cedric lo dejó lleno de un cosquilleo en la punta de los dedos. Era profunda y llena de la serenidad que era indiscutiblemente causada por su somnolencia y a pesar de la agresividad de su respuesta no se sintió atacado.

            — No… no es necesario, es que acabo de salir del trabajo, quizás podamos vernos más tarde.
            — ¿Del trabajo? Tú no trabajas Elliot.  
            —  ¿Elliot? — una  risa nerviosa lo acompañó y se molestó sin justificación. — Soy Perséfone, es decir Thom.

            — ¡¿Qué?! Claro, podemos vernos más tarde ¿Dónde nos encontramos?

            Hasta ese instante se daba cuenta que hablaba con él, lo notaba por la voz distorsionada que le respondió. Ansió que le hablara con el mismo susurro de hace un segundo, esa voz chillona le dejaba un sabor amargo, no se mostraba confiado con su conversación.

Pensó en citarlo en un sitio central, pero luego decidió dejar que Cedric tomara la iniciativa en su reunión. La misma voz chillona le dio la dirección de un centro comercial que quedaba al oriente de la ciudad, casualmente quedaba cerca del estudio donde practicaban.

— ¿Si estás bien con eso? Porque puede ser donde te quede más cerca.
— Está bien… nos veremos allá más tarde y este es mi número para que lo guardes.
— Seguro… gracias por llamarme.
           
Esas palabras lo derrumbaron en el asiento de la mesa que estaba limpiando. Sintió como su cara se calentaba y sus manos se enfriaban. Ya había realizado la acción más temida de toda la noche y no resultó ser tan terrible cómo se imaginaba. Nada fue tan horrible, pero aún era demasiado pronto para confiarse.

— No deberías darme las gracias, soy yo quien llamó demasiado tarde.
— Está bien, nunca es tarde.
— Vale, hasta pronto.
— Chao.


            Cuando cortó, un suspiro corrió en el ambiente hasta los oídos de Speedy. Se verían… dentro de unas horas se verían de nuevo. No podía dejar que su miedo se interpusiera en la interacción de los dos. No importaba que él sintiera cosas románticas por él, o si tenía miedo de causar estragos que no pudiera reparar, en ese instante que era importante era responder tantas preguntas que se había hecho y que estando solo no había encontrado respuesta. 

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