Capítulo 20
«Los que engañan son
los primeros que caen».
Estaba en el mesón de la cocina del apartamento de Collin.
Le había parecido extraño el impositivo ánimo que había tenido en los últimos
días. Era una pierna sobre la otra aplastando su depresión. Estaba contento por
él, no cabía menor duda, sin embargo, tenía curiosidad del por qué de su
cambio.
— Ya está listo el desayuno. — Pasó los platos a la mesa.
— Gracias.
Hacía su aparición un Collin con el cabello más largo, le
llegaba a los hombros. Una cara recién afeitada y unos ojos más despiertos. Se
había vestido con prendas más casuales, como diciendo «bien, ya puedo ir a la
universidad».
— Me imagino que habrás hablado con Matthew.
—Socarronamente soltó mientras untaba sus tostadas de mantequilla.
— ¿Ya sabías? — No pareció inmutarse.
Los ojos de Jostein se abrieron como si así pudiese
escuchar mejor.
— La verdad, no sabía, sólo lo solté por broma.
— Bueno, pues la broma te resultó verdad esta vez.
No hubo palabras después de ello. Sólo se escuchaba el
masticar de las tostadas y ruido de los cubiertos. Jostein se pasó un trago de
jugo y le miró inquisidoramente.
— Vamos a terminar todo en las vacaciones de verano. —Se
metió un pedazo de pan en la boca. — O eso se supone.
— ¿Qué quieres decir?
— No sé hasta qué punto sea verdad lo que dice de que es
mejor para nosotros terminar y todo el rollo de mierda que me echó cuando
hablamos.
— ¿Y si tiene miedo?
La mirada de Collin se levantó con un ligero tono de ira.
— Y según tú ¿Miedo de qué?
— No lo sé. De que su orgullo se vea pisoteado siempre por
ti o que quizás, no sepa cómo afrontar el hecho de que tal vez si te quiere. El
arrepentimiento de haberte dejado. En fin, tantas cosas pueden ser.
Suspiró pesadamente y miró el plato con un deje de hastío.
Collin quitó los cabellos de su rostro y los
llevó detrás de su oreja.
— Yo tampoco lo sé. No quiero terminar con él, pero en
momentos como estos quisiera mandarlo a la mierda y no volverlo a ver jamás.
— Hablé con él hace unos días.
No pareció importarle a Collin quien siguió comiendo como
si no hubiese dicho nada.
— Quise, que sacara más a colación el tema de los dos, como
para también tener claro a qué atenernos.
Hizo una pausa mientras miraba sus manos y trataba de organizar como mejor podía la conversación que había tenido con él el
otro día.
— Yo creo Collin, que… a estas alturas es mejor darle el
tiempo para que piense. Y es que en el último viaje, solo puedo decir que él no
pasa de ser un niño. Tan inmaduro en lo que cabe de sí que me dio hasta pesar.
— ¿Inmaduro dices? —Esas palabras lo enfurecieron. — Lo qué
es él es un completo imbécil, de eso no cabe duda. De seguro en estos momentos debe estar con el
primero que se le apareció en el camino y con él si no tiene dudas de estar o
no estar. ¿Qué clase de mierdas me vienes a soltar?
— No te pongas bravo conmigo. Pero no creo que ahora esté
tanto en ese plan de casanova. Los amigos que tiene allá, son un tanto…
particulares.
— ¿Ah sí? ¿Qué te pasó?
— Me creerías si te dijera que uno de los amigos de él, me
secuestró.
— ¡¿Qué?!
— Sí. Llegué yo al aeropuerto, casi quemé mi celular
llamando a Matthew, pero quien me recogió fue su amigo. Quien aseguraba que
Matthew estaba ocupadísimo. Me llevó a la casa de él y coaccionó para que le
contara que fue todo lo que pasó entre ustedes.
— ¿Y él cómo sabía de mí existencia? ¿Matthew le habló de
mí? —Su corazón se estremeció.
— A mí no me confesó nada, pero seguramente sí hablaron. De
todas formas él no iba a sacar tu nombre de la nada, tenía que haberlo
escuchado de Matthew.
—Ya veo.
Jostein rumió con el
tenedor en la boca. Estaba pensando en que toda esta historia, era demasiado dramática,
al punto de parecer una novela. Una novela de esas románticas baratas. Nada de
contenido, pero sí todo de drama.
— Collin, en verdad ¿Qué quieres hacer con Matthew?
Los ojos verdes se enlagunaron y huyeron a las palabras
como dos pequeños niños perdidos. Su cara hizo una mueca de dolor y tomó sus
cabellos con las dos manos.
— Quiero estar con él. Quiero estar lejos de él. Quiero que
me quiera y a la vez que me odie. Qué me
libere y que me ate. Ya no sé qué quiero. Pero de algo si estoy seguro Jostein,
si Matthew decide terminarme cuando vaya a Londres, lo dejaré. No lo volveré a
buscar. Desapareceré cualquier rastro de su existencia en mi vida. Si decide
apartarme, el será una época negra que no quisiera volver a rememorar nunca
más.
Jostein se sorprendió de esas palabras, quizás, porque
nunca pensó que las fuese a decir. En verdad estaba herido, más de lo que se
había imaginado. Si Matthew quería algo,
debía decidirse de la mejor manera, tal vez porque de esperar más, las
cosas no iban a terminar bien para ninguno.
***
Se había rendido. Maurice había abandonado las armas y
dejaba que todo fluyera. Él ya estaba
cansado de intentar aferrarse a una roca del río, pero que cualquier medio marea lo arrastrara a metros de costa segura.
Él ya sabía que Matthew le respondería así. Se sintió traicionado, no por él,
sino por su falta de orgullo. ¿Qué le costaba haberse quedado callado? ¡Ah claro! Cómo olvidar ese otro detalle. Por
su estúpida boca, solo dio pistas de que había estado averiguando cosas sobre
Collin. Estaba prohibido mencionarlo y helo ahí como un imbécil proliferando a
los 4 vientos su nombre. Joshua lo iba a matar de seguro.
Estaba preocupado por Matthew. Estaba tomando un rumbo que
estaba proliferando desesperación. No parecía entender que era lo que tenía que
hacer. Quizás su experiencia en Canadá no haya sido la mejor y cree que así iba
a llegar a algún lado. Si no quería aceptar sus sentimientos de cariño, lo
menos se iba a preocupar en que si lo aceptara como amigo y lo escuchara por
eso.
Quería protegerlo, todavía se encontraba ese deseo desde
hace 4 años. No iba a mentirse. Tenía esperanza de que quizás en un futuro lo
viese con esos ojos. No estaba siendo avaro o estúpido, solo quería tener esa esperanza.
No había contactado con nadie en esos últimos días. Nadie
lo llamaba, él no llamaba a nadie. Se
preparó para ir a clases. Estaba más relajado desde esa determinación
que quiso tomar y ahora estaba seguro que podía continuar. Poco a poco los
engranajes de la cadena se iban uniendo y sin saberlo iba caminando al ritmo de
quien jalaba la cadena. La vida era así, te hace caminar y crees que es por tus
propias piernas, pero realmente estás es siendo arrastrado por sus caprichos.
Ya llegando a la
universidad, sintió que un nuevo peso se
posaba en su cabeza. Era una densa niebla que parecía ser jaqueca. Lo que me faltaba, pensó. Sus pasos se ralentizaron y al estar a
pocos metros de entrar al campus fue
detenido por una persona que no conocía.
— ¿Eres Maurice?
— Sí ¿Quién eres tú?
— Mucho gusto, soy Elliot, compañero de Joshua.
Se quedó detallándolo y ya le empezaba a sonar de algún
lado, pero realmente no lo conocía.
— ¿En qué puedo ayudarte?
— Tengo que hacerte unas preguntas ¿Tienes tiempo?
— No mucho la verdad.
— Está bien, entonces seré breve.
— A ver…
— Quisiera saber, si es posible que me contaras qué fue lo
que le sucedió a Joshua en la mano izquierda ¿Por qué está tan llena de
cicatrices?
Maurice se despejó de su pesadez y encanó los ojos con
sorpresa. No supo que responder durante unos minutos y después su boca se
aireó. Ese accidente era algo que Joshua había pedido encarecidamente que no
mencionaran. Podría tener ese acto de lealtad con su amigo.
— Un accidente, hasta donde yo sé.
— ¿Qué accidente? ¿Cómo pasó?
— No… lo sé. Joshua nunca me contó nada sobre eso.
— Está bien… ¿Hace cuánto fue ese accidente?
— No sabría decirte. Cuando yo conocía Joshua, ya tenía la mano así.
—Ya veo. Lamento mucho las molestias, me gustaría pedirte
que no mencionaras nada con respecto a esto. En especial a Joshua.
— Vale… lo haré.
— Hasta luego, que tengas un buen día.
El pequeño de cabellera roja se alejaba con pasos lentos.
Maurice estaba tan extrañado que le olvidó que ya iba tarde para clase. ¿Qué
pasó aquí?, se dijo en voz baja mientras veía desaparecer al pequeño en la
multitud.
***
Estaba viviendo un pequeño cuento de hadas. Caminaba y se
sentía flotar, hablaba y pensaba que como blancanieves todos los animales
acudirían a su llamado. Estaba eufórico, muy eufórico. Cedric pensaba que lo
único para vivir era ir a otro toque más de The Underoworld Alliance.
Había escuchado tanto los demos y demás cosas que encontraba
en internet de ellos, que no sabía que
más hacer. Había estado contactado a más fans y había adquirido un montón de
conocimientos de los integrantes de la banda, pero nunca estuvo saciado de
escuchar sobre Perséfone. Todo era tan pobre, tan escatimado.
Unas chicas se contactaron con él a través de unos comentarios
que había hecho en un pequeño blog que estaba dedicado a ellos. Ellas
aseguraban que lo habían visto trabajando como barman. No sabía si creerles o
no, pero a fin de cuentas no perdía nada con ir a mirar. Después de varias
semanas tratando de sacarle la información,
ellas le dijeron que le bar en donde lo habían visto se llamaba Firefly.
Esa noche se había propuesto percatarse de esa información.
Se fue un tanto formal y cogió rumbo para el susodicho bar. Casi no lo
encuentra. Estaba escondido y no tenía un cartel siquiera. Era muy reservado. Por
eso mismo, por ser una cara nueva, no lo dejaron entrar.
Suspiró desilusionado. Se quedó en la puerta y a la media
hora salió uno de los meseros con basura. No le prestó mucha atención hasta que
la cabellera castaña clara que estaba recogida en una cola de caballo lo
despertó. La figura se movía galantemente (incluso teniendo dos bolsas de
basura en sus manos).
— ¿Perséfone?
El mesero volteó el rostro y corroboró solo con su figura
que si era él.
— Aquí no es muy común
que me llamen así.
El aire se le salió de los pulmones y pensó que debía ir a
regalarles unas cuantas flores a las chicas que le dieron la información.
— Quizás ni sepas quien soy pero yo…
— Sé quién eres. Cómo olvidar al fan más gritón de todos.
Le regaló una discreta sonrisa y dejó la basura en el
contenedor.
— Está haciendo frío ¿Quieres entrar? Yo invito.
Cedric se le encendieron las mejillas al escuchar eso. No
podía dar crédito de tanto. ¿Por qué Perséfone hacía eso? ¿Por qué lo tenía en
cuenta? ¿Por qué daba pie a hacerle creer que existía algo especial entre
ellos?
No hubo respuesta, pero Perséfone ya asumía que había
aceptado. Le tomó por los hombros y le empujó para dentro del bar. Dio una
excusa con el guardia diciendo que era amigo suyo.
— ¿Por qué haces esto? — Le susurró mientras le servía una
cerveza.
— No lo sé, me has caído bien, es todo.
Un sorbo de cerveza que le sentó como si se hubiese tomado
mil. La cabeza le daba vueltas y no podía quitarle los ojos a Perséfone. Este
era diestro y parecía majestuoso de solo estar limpiando vasos.
— Me llamo Cedric.
Perséfone lo miró y sonrió. Pasó sus cabellos rebeldes
detrás de la oreja y siguió limpiando el vaso.
— ¿Cómo te llamas? ¿Tu nombre verdadero es Perséfone?
— Me da risa tu cara.
— Dime ¿Cómo te llamas?
— ¿Qué harás con mi nombre?
— ¿Qué podría yo hacer?
— No lo sé.
— Yo tampoco.
Ocultó su risa detrás de su mano y después de calmarse un
poco volvió a su postura seria.
— Me llamo Thom.
— ¿En serio?
— Sí, Me llamo Thom Jackson.
Los ojos de Cedric se vidriaron y colocó su cabeza entre
sus manos. Estaba feliz, más de lo que podía caberle en el pecho. Se tomó el
resto de la cerveza y se quedó esperando a que dijera algo más. No mencionaba
nada. Pero sentía que ya sabía todo lo que debía.
— Thom, creo que me gustas.
El aludido se fijó en él un rato y después respondió en un
susurro.
— Eso ya lo sabía. Eres demasiado obvio.
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