Capítulo 19
«Es que si soy
sincero… yo…»
No había sido
constante a la hora de buscar a Elliot, pero tenía claro que necesitaba verlo.
Joshua se estaba desesperando en alto grado y quería delimitar lo poco que le
quedaba de su territorio. Estaba tan confundido, y si quería llegar a más
profundidad, podría decirse que también tenía miedo.
No sabía en qué momento, cada vez que veía a Elliot se
formaba en su estómago una masa densa que le hacía sentir muy mal. En su
interior, ya tenía claro que ese tipo de personas eran las que siempre le
hacían huir. La razón era tan sencilla como que eran iguales a él.
Ya se había planteado en su cabeza, mil y un posibilidades a los movimientos de Elliot.
Era como una partida de ajedrez imaginario con él. Y ya podía visualizar el
jaque mate, de no detenerse a tiempo. Pero en el momento que pestañeaba, ya se
hallaba de nuevo buscándolo.
Y helo ahí en la clase de intercambio, sin poderle quitar
la mirada a la cabellera roja que estaba unos puestos adelante suyo. Ya tenía
incluso un monologo en su cabeza en dónde le exigía que se devolviera a su
manicomio y le dejara en paz.
Empezó a tamborilear la mesa con su lápiz y sus ojos se
comenzaron a resecar por no parpadear a la hora de ver a Elliot. Hoy es el día,
pensó finiquitando detalles. Arrancó una hoja de su cuaderno y escribió en
ella, Necesito hablar contigo, ni te atrevas a huir. Luego se la botó a Elliot
y esperó su reacción. Desde su ángulo, no vio mucha receptibilidad. Sólo abrió
el papel, lo leyó y lo dejó debajo del puesto. Eso no le dio mucha
expectativa. Ya diferente fue lo que
pasó en el interior de Elliot cuando recibió esa nota. En su pecho comenzó una
batalla y el redoblar de los tambores, era su corazón latiendo a toda prisa. La
sangre se le fue a las mejillas y he ahí la razón del sonrojo venido de la
nada, según otros.
No se le hacía raro que le hubiese mandado esa carta. Tal
cual era claro ese hecho. Sin embargo, cómo negar que esa atención que tanto
había estado buscando, se encontraba ahora tocando las puertas de su vida.
No se lo dejaré tan fácil, que él también sufra la
indiferencia, pensó con un tono entre coqueto y cruel. Ya podía saborear esa
sensación que le embargaba, cada vez que hacía algo que castraba el ego de
Joshua. Ese día en el bar, sus piernas se volvieron de gelatina cuando
estuvieron en el baño, pero se sintió tan emocionado, tan extasiado, que podía
jurar que lo sintió como un orgasmo.
La clase seguía un curso de no retorno. Los minutos
avanzaban, la voz del profesor resonaba, los temas aburrían o entretenía; pero
para esos dos, ya no importaba tal cosa, porque en sus cabezas había dos universos
creándose y destruyéndose constantemente.
La voz del profesor,
al fin ya había anunciado el final. Joshua y Elliot se miraron fugazmente y dentro de sus pechos, se estremeció un
pequeño rincón. Quizás las sensaciones eran diferentes, pero era un hecho que
era algo intenso.
Elliot salió rápidamente del salón, cosa que cogió
desprevenido a Joshua. Embutió como pudo todas sus cosas y se fue tras él.
Elliot estaba volando, podría decirse y Joshua corría con
todas sus fuerzas para llegar a él. La suerte le sonrió un Joshua, haciendo que
Elliot en su prisa, chocara con alguien. En ese momento con tres pasos, ya
estaba al lado de él. Lo agarró del brazo y lo arrastró fuera de la muchedumbre
y la universidad.
—
¿Qué crees que haces? — Forcejeaba Elliot.
No hubo respuesta. Y más bien sería raro que Joshua fuese a
responderle. Caminaron lo suficiente como para alejarse del rango del campus
universitario. Joshua acorraló contra una pared a Elliot. En su interior esa
masa nauseabunda de nuevo aparecía. Entrecerró sus ojos con ira y se dispuso a
hablar.
—
Debes estar buscando una muerte pendeja. —
Joshua hablaba entrecortado.
—
Para nada. El único que me está buscando eres
tú.
Joshua con su mano izquierda lo tomó por la solapa y lo
golpeó contra la pared.
—
Vamos a hablar el mismo idioma, como para que
quede claro.
—
No hay nada que hablar. Quítate ya.
Se quedó mirándolo fijamente. Así fue un silencio tenso el
que perduró. Sus respiraciones se tranquilizaron. Sus ojos tenían una batalla
silenciosa. La boca de Elliot comenzó a temblar. Sus piernas se le comenzaron a
debilitar, pero él se mantenía firme. En ese momento se preguntó ¿Por qué yo
habría de estar haciendo esto? ¿Por qué sigo persiguiéndolo? No había respuesta
para esas preguntas, pero tan solo quería seguir haciéndolo.
Con su mano, cogió la de Joshua que estaba en su solapa y
la miró. Iba a quitarla, pero se fijó en algo que lo mantuvo intrigado. La mano
izquierda estaba llena de cicatrices. No eran unas que fuesen principalmente
alarmantes, más bien se notaba que habían sido tratadas con cirugía. Su corazón
se encogió hasta doler. ¿Qué le habría pasado en su mano? ¿Por qué estaría así?
—
Escucha bien enano, Yo no quiero… —Elliot le interrumpió
masajeando su mano.
—
¿Qué te pasó? — Sus ojos verdes se clavaron con
un aire preocupado.
Joshua lo soltó inmediatamente y escondió su mano en el
bolsillo. Con su mano derecha lo tomó de la solapa de nuevo y fijamente clavó
sus ojos en las lagunas verdes y mansas. Ya no podía sentir ira, pero de alguna
forma, sí mucha frustración.
—
¡Nada! — Lo estrujó. — No me pasó nada y no
intentes cambiar el tema.
—
No lo hago Joshua. — Elliot susurró y su mano
serpenteó tratando de buscar su mano izquierda. — Solo quiero… que me digas qué
pasó.
—
¡Nada! ¡¿Estás sordo?! —Su voz a pesar de estar
gritando, se vio disminuida por su perturbación. — Déjame en paz. No es más lo
que te estoy pidiendo. Aléjate de mi vida.
—
Joshua… —Susurró su nombre mientras buscaba sus
ojos.
Elliot cuando posó su mano en la de Joshua que estaba en su
solapa, se dio cuenta que estaba temblando y que realmente no estaba haciendo
fuerza alguna. La quitó suavemente al punto que no hubo reacción de rechazo.
Elliot se acercó un paso a Joshua. Entendió cuando lo vio de cerca, que era
mejor dejar así. Pero en su corazón ya no había retorno. Lo supo en ese
instante. No sabía cuál sería su futuro con Joshua, pero quería que existiera
uno.
—
Joshua, tan solo te digo. Esto es solo el
comienzo, no creas que con amenazas, golpes o cualquier otro tipo de método de
persuasión que tengas, me harás desistir.
Se fue dejándolo solo, pero con la sensación de que en esa
mano izquierda estaba la clave de todo. Ahora, su mano se encontraba deseando
haberla podido tocar más.
***
Matthew cambió el peso de una pierna a la otra y se quedó
esperando a que Maurice hablara. Pasaron los minutos, pero le daba a entender
que él tenía que darle la orden de hablar. Suspiró.
—
Soy todo oídos.
Maurice aún se rehusaba a hablar. Quizás estuviese
organizando en su cabeza, de qué forma saldrían las palabras. No era tan
sencillo como abrir la boca. Todo el proceso de mandar la orden para hacer que
la lengua junto con los labios y la apertura de la boca hicieran las palabras,
se le hacía más que imposible.
—
Yo…— se atrevió a decir.
Luego de un rato, no dijo más. Bien, ya había logrado
empezar por el pronombre. Se rascó la cabeza y alzó la mirada. Los ojos azules
de Matthew permanecían tan imperturbables que ya no tenía claro, hasta que
parte debía hablar o callar.
—
Maurice… —Rió Matthew. — ¿Qué me vas a decir? Es
mejor que te apures que me estás poniendo nervioso.
La respuesta a eso
fue el cambio de actitud. Maurice ya se estaba diciendo. He estado siendo lo
suficientemente ridículo como para hacer los shows más vergonzosos y ahora
hablar me supera.
—
Te he amado durante todo este tiempo Matthew.
Esas palabras sonaron tan espontaneas e irreales que quizás
por la misma falta de premeditación, creyó que sólo había pensado esa
oración.
—
No amar en el sentido de amigos, sino en uno más
profundo. Me sentí celoso de que hayas besado a Joshua, que lo hayas buscado.
Me siento celoso de Collin, de todo lo que logró contigo. Me siento celoso de
que a todo el mundo le abras la puerta menos a mí.
Matthew cambió su expresión. Se alejó unos pasos de él.
Meditaba, organizaba y quizás dudara. Un verdadero significado de esto, no
sabía cuál ponerle ¿Las palabras si estaban conectadas de forma correcta?
¿Sabía el significado de lo que estaba diciendo?
—
Debes estar confundido.
La respuesta más estúpida que he dicho desde que nací, se
dijo Matthew. Era obvio eso. Si lo meditaba bien, ya se lo había dicho hace
tiempo.
—
Matthew quiero que seamos algo.
Maurice estaba atropellando las palabras con la misma
destreza de un conductor borracho. Eso era todo lo que había que decir. Se
envalentonó y apostó todo a lograr besar a Matthew. El efecto, como siempre no
fue el esperado. Este lo detuvo y mirando hacía el piso con aire de culpa dijo
la oración mortal.
—
Incluso… Si yo no soy selectivo a la hora de
estar con alguien, contigo… es con la
única persona que no puedo estar.
Tan solo un poco de aire articulado de en la forma de esos
sonidos, había sido necesario para destruirle el pecho. Los seres humanos son
frágiles y egoístas por naturaleza. Era una realidad tan obvia.
—
No quiero… que malinterpretes esto. Maurice,
precisamente porque quiero conservar todo lo bonito entre nosotros, es mejor
que no quieras esto.
—
¡¿Alguna vez has pensando en mí?! Eres
desgraciadamente egoísta ¿Para qué yo habría de querer conservar la imagen de
amigo perfecto? Yo quiero estar contigo. Por alguna maldita razón, me enamoré
de ti, pero siempre ha sido igual, siempre me pones en segundo plano.
Matthew se enfureció con esas palabras. Era la verdad. Lo
que lo molestaba además de ello, era el hecho que no entendiera que lo hacía
por el bien de los dos.
—
Tienes razón. Yo no niego eso y no me siento
bien con ello, pero ahora es diferente Maurice. Si yo te rechazo, no es porque
no pueda llegar a amarte o quererte, es porque sé, que de ahora en adelante si
aceptara esto, te haría tanto daño que me sería imposible quitarme tal culpa de
encima.
—
Todo porque estás enamorado de Collin ¿No es
cierto?
Había asesinado el sonido. Mortal, categórico y
displicente. Una respiración estancada fluyó. Matthew desestancó sus piernas,
sus pensamientos y fluyó con ellos lejos de esa piedra del río. No hubo un adiós
o un hasta luego. La conversación terminó con eso y nadie quiso continuarla.
Maurice se limitó a verle ir y maldecir desde el fondo de su corazón, la
suprema estupidez de sus palabras.
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