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Perséfone
« Una lección»
A pesar de haber dicho las palabras
que determinarían una diferencia en esa extraña relación que no era clara,
nunca se imaginó que se iba a presentar para recordarle que había algo más
poderoso que sus propias y nimias existencias que tendía a unirlos.
No iba a negarle a nadie, ni así
mismo tampoco, que se había sentido sobrecogido por un sentimiento de añoranza
cuando vio a Cara Nueva parado al frente de bar. No era ese típico ardor que da
cuando uno está enamorado de alguien y lo encuentra, era algo más significativo
que eso. No podía explicar bien a qué se refería pero lo que había en su pecho
podría decirse que se debía a un apego psicológico no establecido.
La palabra más adecuada para
describir esa situación era probablemente «necesidad». Era superior a sí, a
cualquier herramienta que tuviera al lado; en síntesis, él era incapaz de
llenar ese vacío conceptual y perceptual que existía. Cara nueva, es decir,
Cedric era quien parecía dueño de un poder mágico que llegaba hasta la
ridiculez.
Y precisamente ahí es cuando se
llega al pero de toda historia, no le molestaba un estilo de idolatría platónica,
era algo que podía aguantar, pero que le hubiese transmitido esa declaración lo
dejó desprovisto de su muro de protección. Más que sentirse alagado o disgustado,
se sintió decepcionado. Perdió al instante la confianza que tenía en el «tal vez»
que se había planteado. De por sí la idealización que esperaba no recibir por
parte de Cedric, estaba sujeta a varias posibilidades, pero no se imaginó que
una romántica estuviera presente. No es que fuera tan iluso de pensar que todo
el mundo iba a estar pendiente sólo en la habilidad que poseía con la guitarra,
pero no quería verse reflejado en los ojos azules de esa manera.
Cedric ya se había ido hacía unas
dos horas aproximadamente. Si lo pensaba bien, se había quedado desde casi la
apertura del bar hasta la una de la mañana cuando prácticamente tuvo que
echarlo. Obviamente fue hecho con tal sutileza que el mismo Cedric se preguntaría
al llegar a la casa cómo fue que lo sacaron del bar.
— Si estás buscando que ese vaso
brille como un bombillo, creo que ese no es el método.
Lo sacó de su mutismo su compañero
de trabajo Speedy. Le puso una mano
en el hombro y le sonrió con malicia. Se puso a su lado a ayudarle de limpiar
los vasos.
—
Me contó Steven que tuvimos la visita inesperada de un querido fan tuyo, «¡Perséfone!»
— sobredramatizó la voz con la que intentó imitar el llamado de Cedric y se
abrazó a si mismo con una mímica burlesca. — Pensé que habías dicho que era poco probable
que tus fans supieran que trabajas aquí.
No
respondió a la burla, más que por no tener qué decir, fue porque se percató que
llevaba dos horas lavando y volviendo a secar el vaso que había usado Cedric. Lo
dejó en la barra con tranquilidad, aparentado lo que no sentía. Se volteó a
mirar a Speedy y le obsequió su
sonrisa más imparcial.
—
¿Insinúas, querido amigo, que yo lo
traje apropósito?
— Oh ya veo. Así que fue a propósito
y yo que pensaba que había sido una inesperada coincidencia.
Thom
se quedó callado, siendo totalmente sincero, era porque se había hartado de lo
evidente que había hecho ver su pequeño percance. No había sido apropósito y
coincidencia mucho menos, lo más obvio era pensar que entre toda la red
personas que conocían la banda, hubiesen pasado la información. Cosa que también
le molestaba ¿Eso significaba que iba a recibir más visitas de fanáticos? Eso
iba a poner en peligro el establecimiento.
—
Si estas visitas se convierten en una molestia tendré que renunciar.
—
¿Pero qué dices? Seguramente no será un problema, mientras no los hagas entrar
a todos como a este de hoy.
Algo
tan sencillo como el hecho de negar el reconocimiento de esa visita, le fue
puesto como una opción. No había querido pensar en el hecho de rechazar a Cara
Nueva, porque lo necesitaba.
—
No estoy seguro, no sé por qué lo dejé entrar. Antes de pensarlo ya estaba aquí.
—
Pero está bien, no deberías quemarte tanto la cabeza con eso. No considero que
haya sido algo grave, no deberías ceñirte tanto a tu libreto que no te deja
hacer gran cosa. Siempre eres tan racional, que le quitas a la vida todas las
posibilidades de sorprenderte.
—
¿Desde cuando eres motivador personal? Yo no sé si es por el hecho que la canción
que hay que presentar a la discografía no sale, o a qué se deberá, pero cuando
lo vi supe que me podría ayudar y es frustrante depender de otra persona para
lograr algo que había podido hacer por mi cuenta durante todo este tiempo.
Acababa de hacer algo totalmente
ajeno a su acostumbrado actuar y era contar todos sus problemas a una persona
que para bien o para mal, era de confianza y a la vez no completamente. Sabía
que lo que él le podía decir no era lo que estaba esperando escuchar, tampoco
iba a poder darle una explicación a qué tenía ese chico para convertirlo en
alguien que era necesario.
—
Necesitar a alguien no es algo tan malo,
somos una raza por naturaleza sociable y precisamente vivimos en
comunidad para lograr más cosas de lo que podemos hacer solos. Si ese chico
llega a lograr aportar algo que no hubieses podido lograr solo, puedes verlo
como un triunfo individual si te hace sentir más cómodo.
—
Lo que no quiero es terminar involucrado con una persona en la que no puedo
confiar por la falta de juicio que pueda tener con respecto a mí.
—
Nadie puede tener un juicio ecuánime con respecto a otra persona. Somos humanos
y el ser motivados y sugestionados por emociones, circunstancias y eventos es
algo normal. No trates de simplificar las relaciones humanas a un mero trato
mecánico. Relájate y déjate ayudar, no es que sea religioso, pero el destino o
algo parecido debe estar dándote el empujón para componer esa canción.
No
lo había convencido ni con una sola palabra de las proferidas por Speedy, pero tampoco pudo negar que en
cierto modo se sentía más tranquilo asumiendo esas palabras como algo más que
un sermón motivacional. Utilizaría lo que sea que tuviese Cedric y después se
separarían en un acuerdo mutuo. Algo así se supone que debería ser la relación
entre ellos dos.
***
—
¿Qué
te pasa?
Damien
le hizo un gesto de preocupación. Pasó las hojas del periódico que leía con
indiferencia y refirmaba su posición de mejor amigo insistiendo en recibir una
respuesta.
—
No pasa nada, deja de molestar.
—
Querido amigo, sabes que a mí no me engañas. Has estado raro todo el día, tocas
tres acordes de la guitarra, luego la dejas. Te has parado cuatro veces a ver
la ventana en menos de veinte minutos y sé que no estás esperando a alguien.
—
No pasa nada, sólo estoy ansioso por la canción.
—
Todos lo estamos, a menos que realmente estés a punto de estallar.
—
Cara Nueva fue al bar, duró prácticamente toda la noche conmigo.
Fue tan poco preparada la intervención
que sus palabras fueron todo lo rápido que la respiración le permitió. Se podría
decir que ni siquiera articuló y las dijo de forma ininteligible. Damien no se
percató de lo incómodo que se estaba sintiendo Thom con ese hecho y por eso
mismo soltó una carcajada que llenó el ambiente con aire fresco.
—
Así que apareció ¿eh? Cuéntame ¿qué pasó? ¿Cómo fue?
—
No lo sé. Ese día fui a sacar la basura y me lo encontré parado al frente del
bar, lo hice entrar, lo invité a una cerveza y… y…
No quería confesarle a su amigo que
se le habían declarado. Se rascó la nuca y aprovechó para hacer un revoltijo
con su cabello.
— Y… ¿Encontraste la inspiración
para la canción?
Algo tan
sencillo como eso, le hizo plantearse nuevamente todo el papel de Cedric en su
vida. No lo necesitaba para nada más que no fuera componer la canción, sin
embargo ¿por qué llevaba todo el día dudando en la composición de los acordes? ¿Necesitaría
verlo otra vez?
—
No…
—
¿Cómo te sentiste?
—
Fue… extraño. Cuando lo vi parado al frente del bar, fue como un golpe en la
cabeza. No fui capaz de pensar bien qué estaba haciendo.
—
No me asustes, suenas como si te hubieses enamorado.
—
No es eso, era algo más… profundo, tal vez. No sé si sea la palabra, pero no
era el típico golpe que sientes al gustarte alguien.
—
¿Entonces?
—
No tengo idea cómo describirlo, pero es algo que pensé no sería importante a la
hora de buscarlo.
—
¿quieres volverle a ver?
—
Sí… quisiera, pero no debería ser así.
—
Dale una oportunidad al chico, no lo catalogues como algo bueno o malo sólo
porque es un fan tuyo. No lo quieres de pareja, así que no te asustes porque te
idealice, más bien muéstrale cómo eres realmente. Aprovecha que tienes una
ventaja con él para intimar.
—
No quiero.
El cabello que se había desordenado,
cayó naturalmente a su lugar tras la espalda de Thom. La habitación estuvo en
silencio mientras que Damien se paraba para ver a la ventana y le daba un
abrazo por la espalda.
—
A pesar de que sé como eres y qué piensas al respecto de este tipo de cosas,
creo que esta vez estás siendo totalmente injusto. Si quieres verlo, hazlo,
nadie te está juzgando porque te quieras relacionar con un fan. Si crees que
tiene algo, si encuentras interesante el hecho de que te haya ido a buscar, si
ahora que lo has visto de cerca te percataste que no fue un mero capricho de
aquella noche, pues búscalo; conócelo y confirma que no estabas equivocado. Tráenos
la mejor canción que hayas escrito una vez hayas encontrado lo que buscabas.
Todo
el mundo parecía estar de acuerdo con lo mismo y era aceptar la existencia de Cedric
como algo natural. Dejarse llevar, no pensar en juzgar los sentimientos de
nadie, pero resultaba que él sentía un tipo de cosas diferentes a las que podía
afrontar. El gustarle a un hombre, con el que tendría que relacionarse por
circunstancias diversas, daría a muchas posibilidades y él no estaba dispuesto
a arriesgarse.
—
Trataré de no juzgarle cuando nos volvamos a encontrar.
—
Para ser tú, ese es un gran paso.
***
La próxima vez que lo vería, sería
de una manera más informal. Exactamente
tres semanas después de su primera visita, cuando ya había bajado la guardia al
encontrarse cómodo con el hecho de saber que no aparecería, cuando iba pasa el
trabajo lo vio subiéndose a un bus. Paró la marcha y se quedó estático viendo
como caminaba. De nuevo esa sensación diferente a cualquiera que se hubiese
podido catalogar, lo abrigó. No tenía la
confianza de llamarlo, pero con toda la sevicia del mundo siguió esos ojos
azules hasta que desaparecieron dentro del bus.
Un suspiro inmenso cubrió sus
pulmones. De repente, el cerebro tomando ese exceso de oxígeno, pareció
concretar una idea. Esta era tan azul como el mismo cielo de verano. Sus manos
se movieron antes que su cerebro y sacando una pequeña libreta que tenía
siempre, escribió toda la combinación de acordes que se le ocurrieron.
No
lo podía ver, pero en su rostro se había plasmado un brillo y una sonrisa llena
de una excitación ante el misterio de lo venidero. Le pareció que era la mejor
idea que pudo habérsele ocurrido. Lo gracioso del caso, es que podría decirse
que ese concepto ya lo tenía desde antes, desde la primera vez que lo había
visto, pero hasta ahora se había materializado.
Las
piernas se movieron hacia una dirección desconocida y daban vueltas sobre sí
mismas. Esa era la idea, esa era. La canción era cuestión de tiempo que se
terminara, si seguían ocurriendo tales inspiraciones. Las musas debieron
contentarse con ver el objeto de su añoranza e invocarse ante la gracia de la
idea.
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