Buenas y santas y
muchas tantas
Oregairu, oregairu
(lo dice cantando) seguirlo leyendo, seguir evidentemente descubriendo por qué
Hayama y Hachiman van a casarse en un futuro (¿?) me hace escribir otro
one-shot que puede decirse que es la continuación del anterior. Esto es spoiler
de la novela/anime, justo después de que Iroha es rechazada por Hayama.
Novela: Yahari ore no seishun love come wa
machigatteiru
Pareja: Hayama x
Hachiman
Advertenias: Drama,
cosas cursis, drama, cosas cursis ¿y ya dije drama?
Es Evidente Lo Mucho Que Lo Niegas
Las palabras dichas por Hayama aún permanecían en su mente
como un acto terrorista hacia la paz y la cordura. Hacer una apuesta hacia la
comprensión de lo incomprensible, era una clara muestra de la debilidad con la
que estaba trabajando. Seguir pensando y
equivocarse en el camino, una de las recomendaciones de Hiratsuka-sensei.
Era evidente que en este tiempo existieron demasiados
cambios en sí mismo. Desde llorar y sincerarse, a ser un poco más perceptible
para los demás. Y probablemente no estuviera mal aquello, pero las sensaciones
que estaban recorriendo su mente poco después de enfrentarse a Hayama no podían
deberse a este nuevo cambio, lo sentía así, lo sabía demasiado bien.
Le había repetido una y otra vez a Hayama que se
arrepentirían de ello y aún podía creer en esa afirmación, pero el recuerdo de
una sensación potente que invadía cada una de sus células y transformaba sus
conexiones neuronales en una red predeterminada que llevaba de nuevo a la
vivencia pasada, le decía todo lo contrario.
No era propio de su cambio dejar que Hayama dispusiera de
su deseo narcisista. Creía fielmente que el repentino interés de Hayama por él
no se debía más que a su deseo desbocado por controlar todo, pero en él también
existía ese deseo desmedido.
Una corriente desfiló por su columna vertebral como un dedo
travieso que quiere hacer corregir la postura de quien se joroba. Hayama ya le
había dicho que era él quien se atribuía el descaro de considerarlo una buena
persona, pera nada contradecía la impecable actuación ante el rechazo de Iroha
e incluso su noble comentario sintiendo con pesar el sufrimiento que le había
causado.
Y luego estaban esas palabras dirigidas hacia él.
Sacudió su cabeza deseando que con ello alguno de los
mecanismos internos que lo obligaban a dar cuenta de lo mucho que Hayama
invadía su cabeza, se desconectaran. Se
levantó del sofá espantando a Kamakura que estaba cómodamente durmiendo en sus
piernas. Estiró los brazos y arrastró
los pies hasta la cafetera. No había
nadie en casa, ni Komachi, ni sus padres y Kamakura era convenientemente
escurridizo. Un largo suspiro llenó el silencio de la habitación, la secuencia
de sonidos que lo sucedieron fue el chorro de café impactando en el fondo de la
taza.
— Kamakura ¿crees que el del problema soy yo?
Era una pregunta retórica. El gato sabiendo eso, se subió
encima de la mesa y después pegó un salto al sofá, se enrolló sobre sí mismo y
de nuevo se dispuso a dormir.
— No sabes lo que te envidio.
Un sorbo al café y de nuevo se puso en movimiento
dirigiéndose a su habitación. Era una noche en la que todos tendrían algo que
pensar, Iroha, Hayama y él.
***
Volverse a encontrar con la mirada de Hayama, ese azul
intenso con chispas de dolor contenido le dejaba seriamente trastocado ¿Cómo
evadir y pretender que tal deseo no existe? Fruncir el ceño y mostrar una
actitud a la defensiva no parecía funcionar durante mucho tiempo. Tanto
Yukinoshita como Yuigahama notaron eso
en el encuentro que tuvieron en la cafetería. Las señas de rescate de
Yukinoshita le trasmitieron un sentimiento de confianza, esto se debía a que se
adentraba a un mundo al que no había tenido jamás acceso y eso le daba una
cierta libertad de evitar a Hayama. Efectivamente nunca se había caracterizado
por ser valiente.
Hayama abrió los labios y delineó unas palabras muy claras,
un mensaje que no era una señal de debilidad sino de sinceridad.
«Esto es caer muy bajo, incluso para ti».
Nunca tendrían un acuerdo metodológico, y no pretendía que
sucediera, pero una corriente le entumeció la punta de los dedos. No es que
esperara algún tipo de aprobación por parte de su contraparte, pero verse
reflejado con tanta decepción, incluso para él era duro. Su cuerpo de forma
automática intentó levantarse de la mesa para tratar de llevarse a Hayama a
otro lugar, pero su cerebro tomó otra decisión. Se reacomodó en la silla y
cambió el foco de su mirada hacia la que se plantaba allí diciendo que era la
madre de Yukinoshita.
La formalidad de la reunión transcurrió sin mucho que
mencionar aparte del infinito despreció que sintió hacía sí mismo en ese
momento. Rascó su nuca inconscientemente y después de ello dejó que el resto
hiciera la tarea comunicativa por él. Los formalismos, los saludos, las
despedidas, todo era realizado por los demás. Evitó la mirada de los ojos que
en un tiempo anterior se fundieron con tanta dedicación hacía él.
Ante la pequeña presión del viento ante el cambio de
posición de Hayama que ahora se dirigía a la salida junto con Haruno y la mamá
de Yukinoshita, la expresión de su rostro se desfiguró siendo comparable con un
golpe en su vientre. Se volteó automáticamente mirando hacia la mesa y se
levantó no siendo capaz de procesar la mayor cantidad de información que se
pasaron a través de sus miradas.
— Yuigahama ¿Deberíamos irnos también?
— Ah…tienes razón… Hikki ¿Estás bien?
No quiso contestar a la mirada intensa y honesta de
Yuigahama. Él era quien estaba corrupto, él era el único conveniente ocultista.
Sacudió la cabeza en negación y en un susurró le dijo que siguieran con su
camino. Cuando volvió de nuevo a la mirada donde se había sentado Hayama hacía
unos instantes, recibió como una epifanía un mensaje que le dejó sin habla. En
sí no era nada físico, sólo se tomó la molestia de unir todos los puntos, de
conectar todas las miradas, todas las palabras y al llenar el rompecabezas en
su corazón hubo un serio daño.
Los ojos se llenaron de humedad pero no alcanzó a llorar,
no volvería a hacer lo mismo, a lo que tomó la delantera y en vez de irse por
el ascensor, decidió bajar por las escaleras.
Yuigahama no dijo nada, ni su típico «qué cruel Hikki» y su morrito
característico que la hacía parecer un personaje salido de algún tipo de anime
moe. Ella comprendió demasiado bien que estaba a punto de quebrarse y le
agradecía que no se inmiscuyera en ese tema.
Su celular comenzó a timbrar cuando ya estaban llegado a la
salida del centro comercial, algo en su interior pensaba que era Hayama hasta
que de nuevo comenzó a sonar pero esta vez el celular de Yuigahama. Una vez
terminó de hablar, ella le detuvo y le sonrió diciendo «Komachi-chan dice que
la esperemos que ya terminó de hacer sus compras».
***
Estaba saliendo de ver una película y de nuevo pensando que
quizás podría ver de nuevo a su ángel Totsuka salir de su entrenamiento de
tenis. Caminando con ese objetivo claro, sólo notó la poca disposición que
tenía de enfrentarse a alguien que lo conociera bien y se diera cuenta de lo
extraño que había estado durante esos días. Todo mejoraría con su ángel
Totsuka, quien salvaría el mundo con su sonrisa, le salvara a él también.
Después de varias decenas de minutos, supo que no tendría
la suerte que esperaba sino una mucho peor- No sólo no se había encontrado con
Totsuka, sino que se había encontrado con el grupo de Miura, Ebina, Tobe y
Ooka.
— Buenas noches.
La única que sonrió al saludarlo fue Ebina, y la respuesta
a eso no fue una muy amigable, pero fue más cálida sin duda que la del resto.
— ¿Qué estás haciendo por aquí?
— Estaba viendo una película.
— ¿Solo, Hikitani-kun?
— Sí, solo.
Y se murieron las palabras, por medio de algún mecanismo
social automático que había entre ellos. Tobe soltó un montón de sandeces
típicas él y como era costumbre las dejaba pasar sin darles ningún significado
específico. Cabía acotar que debía hacerse una invocación casi instantánea a la
figura que unía a ese grupo.
— En este momento vamos a reunirnos con Hayama, así que te
dejamos, vamos tarde.
Ebina con una sonrisa en realidad adorable cortó el
discurso indeseado de Tobe. Poco después arruinó su cara armónica con una risa
baja y perversa junto a un comentario claramente tratando de invitar a las
relaciones ilícitas entre Hayama y él. Era obvio que iba a pasar de eso y más
cuando por desgracia tenía cierta parte en todas sus fantasías de realidad.
Las cuatro figuras que vivían en sus propias idealizaciones
del Nuncajamás se alejaban a su destino, a un destino que podría compartir si
no estuviesen siendo divididos por las moléculas de la sociedad y sus
compuestos artificialmente construidos como ese deseo ardiente entre los dos.
La culpa lo estaba carcomiendo, con tal placer se fundía en
esas memorias de debilidad que las rodillas no le respondían. Era un masoquista
o un adicto, algo había inyectado en su interior tales memorias compartidas que
ahora se volvía un completo manojo de inseguridades y de ansiedad. En su mente el
fondo de todos aquellos recuerdos eran esos hermosos ojos azules fundiéndose
con multiplicidad de sentimientos, desde el dolor hasta la necesidad más
absurda de sí ¿Alguien en la vida llegaría a sentir algo siquiera parecido a lo
que sentía Hayama? lo dudaba y el hecho de dudarlo le hacía pensar claramente
que él también tenía culpa en acrecentar esos sentimientos.
Entonces volvió a recordar el mensaje descubierto en el
restaurante, eso que impactó tanto su mente que quiso sentarse a llorar. Las
piernas entendieron lo que debían hacer antes que el cerebro hubiese procesado
todo. Si las palabras resultaban tan limitadas y la lengua una herramienta tan poco
fiable, todo lo que el cuerpo puede expresar de seguro que era más efectivo.
Corrió con desesperación hacia Miura y los demás, debía ver a Hayama.
Todo su cuerpo se emocionó con la idea, solo que su parte
consiente aún tenía un tratado completo de las miles de razones por las que no
debían permitir ese encuentro. Se cansó, desistió de todo y le gritó al viento
mientras llegaba a la reunión de la que nunca debió haber huido.
— ¡Me equivocaré, no
me importa equivocarme y salir herido!
La garganta tomó una bocanada del frío aire de invierno y
expulsó la pequeña neblina blanca que se difumino con la misma rapidez con la
que sus piernas seguían corriendo. Al
llegar a la esquina por donde había visto que cruzaban las cuatro figuras, se
percató que estaban entrando al centro comercial del que él acababa de salir
para ver la película. La marcha se ralentizó y se quedó mirado en la entrada a
quien por un instante le hizo desear equivocarse. Estaba fuera de la vista,
pero él si podía tener una panorámica completa; la sonrisa brillante de Miura,
la expresión de apacible paz con la que Hayama respondía a ese gesto, tan sólo
eso le hizo recordar lo difícil que era equivocarse para una persona como él.
En ese momento la tentación de huir y dejar que de alguna
manera las anormalidades entre ellos se degradaran por su propio peso le dejó
plantado en ese sitio. Allí tuvo todo claro, lo dejaría pasar, era evidente que
todos se estaban arrepintiendo de eso ya. Su voz en un hilo pequeño,
discontinuo e hipofónico dijo «Me quiero equivocar».
***
Eran las nueve de la noche y estaba acurrucado en la puerta
del apartamento de Hayama. Lo dejaría pasar, eso se seguía repitiendo como si
fuera algún canto budista. En honor a la verdad, creía que lo único que estaba
dejando pasar era la oportunidad de retractarse y evitar ese encuentro. Frotó
sus manos bajo una exhalación, estaba haciendo frío, era lo único que lo
calentaba. Los pasos de alguien subiendo la escalera lo alertaron, era la
cuarta persona que subía en ese intervalo de tiempo que esperaba a Hayama. Se
exaltó más que todas las veces anteriores cuando los mechones rubios fueron
ascendiendo por entre los escalones.
— Haya…
No pudo terminar las palabras cuando se encontró de frente
con el rostro pasmado de Miura. ¿Qué tipo de cliché era su vida? El que
orquestaba su historia debía ser un payaso sin ningún sentido de la
originalidad. Soltó una risita que
ocultaba una más grande y se levantó previendo que quien seguía detrás era
Hayama. A su predicción se sumó todo el combo completo.
— Hiki...tani ¿qué haces aquí?
Las palabras cortantes y llenas de una sospecha bien
fundamentada lo recibieron. Miura no era ninguna boba y entendía con previsión
que su presencia allí significaba algo de suma descomposición. Él estaba
podrido, la sustancia orgánica e invisible que lo unía a Hayama era
biológicamente detestable. Sacudió su pantalón y metió sus manos en su
chaqueta. En ese momento enfrentó con toda la naturalidad del mundo las pupilas
del color del cielo y dejó salir a su acostumbrado cinismo hacer todas las
presentaciones correspondientes.
— Solo he venido aquí porque él me ha citado.
Con la dirección de su foco visual enmarcó al rubio que se
encontraba desconcertado como cualquiera.
— Me ha dicho que tenía que hablar algo conmigo y que
resultaba urgente así que aquí estoy. Supongo que no era tan privado desde que
todo el grupo está aquí.
Redujo el tamaño de sus ojos con un parpadeo que no llegó a
completarse. Dejó que un pie siguiera al otro para dejar que su salida fuera
digna, en ese momento se sentía la persona más humillada del mundo. Sabía que
Hayama iba a tener el acto compasivo de no desmentirlo, pero tampoco le
seguiría la cuerda.
— Es verdad… no pensé que llegarías tan rápido.
No se detuvo por la suave voz que ya conocía como el farol
de la amabilidad que insistía tanto en desmentirle sólo a él. Era una frase que
significaba «vete de aquí».
— Sí lo sé, mi culpa.
Justo antes de irse, sus ojos se enfocaron de nuevo en ese
hombre y dijo con una sonrisa.
— Realmente… era importante.
No era su intención disuadirlo, pero tenía la necesidad de
salir con la humillación completada y pararse desde ahí hacia su recuperación.
Ante esas palabras nadie dijo mayor cosa, ni siquiera se escuchaba que Ebina
interviniera con algún comentario de interpretación conveniente hacia su
afición.
— Te acompaño a la salida.
Hayama le atravesó con esas palabras, Hachiman sólo encogió
los hombros y siguió derecho con un grado más de flexión en su joroba. Entre
los murmullos vio que este le entregaba las llaves a Miura para que fuesen
entrando de una vez. Cuando estaba en el primer piso, pensando que ya todo
había terminado como debía acabar, no dijo más que una despedida, pero antes de
siquiera poderla articular, los brazos de Hayama lo arrastraron hacia el punto
ciego entre las escaleras y la calle.
Lo único que sintió fue el calor y la fuerza con la que era
abrazado, estaban temblando por un sentimiento demasiado fuerte, demasiado
intenso.
— Dime qué era tan importante, te lo suplico.
La cara de Hayama se
ocultó en el cuello de Hachiman y toda la fortaleza de los dos se drenó hacia
un nuevo propósito: la sinceridad.
La respiración de Hachiman se ralentizó y notó que el cielo
estaba singularmente despejado esa noche. Las estrellas parecían las miles de
lágrimas que alguna vez deseó dejar fluir por sus mejillas. Arrastró los brazos en contra de muchos de
sus principios a la espalda de Hayama y se apretó a él. No supo qué hacer con
tantas palabras y lo primero que salió fue un ofrecimiento de supremo corte
pesimista.
— Me quiero… equivocar contigo…
El cuerpo de Hayama se puso rígido y se separó tan solo el
espacio necesario para poder enfrentar la mirada de Hachiman y encontrarse con
la expresión más inesperada. Los ojos se convirtieron en los espejos del cielo
y cada estrella se reflejaba en un fondo gris. Hayama acunó el rostro del quien
era su todo y acercó sus labios con el cuidado con el que se trata la
porcelana. El primer roce fue contraste entre el frío de ambiente y la humedad
de los labios. No era el simple acto de trasposición de los deseos a lo físico,
sino saber que los dos ya no tenían escapatoria del otro.
El beso se fue volviendo uno de corte ansioso, era debido a
la agitación de la emoción, la innegable felicidad de reconocer que un error
era lo único que lo podía salvar del mundo de la rectitud. La sonrisa que
generalmente se sabe que es la de simple corte formal, se transformó en una
elegante y hermosa sonrisa que hizo fundir las neuronas de Hachiman durante un
momento. Le pidió a Iroha y a Miura disculpas en su mente, él también se había
convertido en una competencia que quería ganar a Hayato Hayama a un costo
doloroso.
Cuando tomaron la decisión de separarse, las últimas
estrellas rodaron por la mejilla de Hachiman que tenía una expresión llena de
dicha, pero no era una sonrisa abierta sino que sus ojos transmitían todo ello.
A Hayama también se le notó el incesante umbral de alegría que llegaba cada vez
a algo tan alto como el mismo cielo.
— Ya te dije lo que tenía que decirte, ya me voy.
— ¿Bromeas?
Casi podía creer que Hayama saltaría como una colegiala en
cualquier momento.
— Quédate conmigo esta noche.
Los dedos se filtraron en los suyos como si ese gesto
siempre hubiese estado ahí y lo reconfortó en cierto grado no haber retirado la
mano por la sorpresa.
— Pero todos te están esperando, es mejor que sea en otro
momento.
— Para nada, espérame te prometo que ellos se irán pronto.
Otro pequeño beso le dejó asentado el corazón en un
tranquilo lago. No le importaba si lo
que dijo era una mentira, si realmente nunca bajaba y se resfriaba como un
idiota, pero estaba feliz. Se sentó en el lugar en donde todo sucedió y de
nuevo dejó que las estrellas se reflejaran en sus ojos.
***
Ya era pasada la media noche, en ese momento estaba metido
en la misma cama de la que había huido en tiempos pasados. La sensación de
bienestar por estar siendo abrazado y acariciado con toda la paciencia del
mundo lo tenía extasiado. Era como un gato en un día de verano en la hierba. La
gentileza de cualquier gesto se multiplicaba con la dicha de relajarse y dejar
de tratar de hacer todo perfecto.
— Te quiero, quisiera que no te fueras jamás.
Envidiaba que le quedara tan fácil a Hayama decir ese tipo
de cosas. Pero por ahora, tan sólo en ese momento podría estar seguro que no se
iría. Esa noche era muy fría, ese cuerpo era muy cálido y ese abrazo era muy
cómodo.
— Estoy feliz de estarme equivocando.
Gracias por leer
este melodrama sin lemon ni pena ni gloria, pero el amor de estos dos hace que
se me fundan las neuronas y siempre creeré en el futuro de esta pareja, siempre
habrá Hayahachi en mi corazón.
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