Capítulo 25
«El comienzo del fin»
El
clima se había rendido ante la batuta del nuevo líder. El verano se había impuesto y sus caprichos
estaban siendo concedidos. El tiempo anunciaba la llegada de la consumación. La
época era incierta, pero las decisiones ya estaban tomadas y las
determinaciones eran claras.
No
es tan sencillo cerrar un ciclo. Las
cosas, las personas, los eventos, todo cumple una doble función. En esta vida
todos los seres son maestros y alumnos. Dan y reciben. Y si no escuchas al
maestro, no pasas la prueba, así de sencillo. Quedarse estancado en un vicio de
terquedad y obstinación, puede ser la mayor causa de dolor en una persona.
Ahora
era el momento de dar un paso adelante y presentar la prueba. Nunca hay prisa
para el destino. Puedes esconderte o huir, el hecho de tener que enfrentarlo no
cambia ni un poco.
Había
anunciado su arribo. Cabiendo aclarar que había descartado cualquier
idealización de bienvenida. En su cabeza las cosas tenían el tono negruzco que
daba el matiz trágico a toda esta despedida. Quizás hasta se golpearan y
después se meterían el dedo en la llaga hasta llegarlo a podrir.
Impaciente.
Sí, era la sensación predominante en toda esta espera sin sentido. Se había
percatado de enviar la hora correcta de su llegada. No era justificable tanto
tiempo de espera. Ese lapsus era contraproducente. No quería verlo, pero se
desesperaba porque no llegaba.
Al
reloj marcar las doce del mediodía, la espera terminó. Matthew se acercó corriendo. Demoró más de un
poco en reconocerlo. Podía darse cuenta que ya no era el mismo que salió
huyendo de Canadá. Su corazón dio un vuelco. Fue avanzando hacia él.
—
Lo siento. Hubo un trancón del que casi no salgo.
—
No hay problema. Cuanto tiempo.
—
Sí… ¿Cómo has estado?
—
Bien, como puedes ver.
No
pudo evitar levantar su mano hasta tocar su mejilla. Matthew se había cortado
el cabello. Estaba más esbelto de cuando se fue y sus ojos parecían más vivos
que antes. En verdad había estado mejor sin él.
—
Has cambiado bastante.
—
Sólo es un cambio de look, para el
nuevo comienzo.
Matthew
quitó la mano de su mejilla. No había dicho esa frase al azar. Estaba haciendo
un pequeño ritual para mantener su decisión firme. No le gustó mucho lo que
vio. Collin se notaba que no había llegado con la disposición de acabar todo
sino por el contrario, de arreglarlo.
—
¿Dónde podría dejar estas maletas?
—
En la casa de mis abuelos.
De
ahí en adelante, Collin se rehusó a hablar. Tenía miedo, él no quería terminar.
Lo quería y confirmaba eso ahora que lo veía. Pero no entendía por qué todo
parecía destinado a ser un desligamiento de sus pequeños e inocentes deseos.
Nunca pudo llegar a saber que era lo que le faltaba para que Matthew no
quisiera abandonarlo. Nunca tampoco le dio oportunidad de preguntarlo.
Al
llegar a la casa de los abuelos de
Matthew, esta estaba sola. Matthew solo hizo un pequeño comentario que ellos se
habían ido a un bingo que había organizado todos los adultos mayores del
barrio. Se quedó en la entrada viendo a sus maletas ser acomodadas en la
sala.
—
Pasa, siéntate.
No
le fue fácil llegar al sofá, más por sus propias ideas que por mover las
piernas hasta allá. Todo ese protocolo lo llevaba a pensar que ahí era donde
todo iba a desarrollarse.
—
Matthew, yo…
—
Collin, hablemos ¿Te parece? — Le interrumpió cortante.
Y
ahí estaba por qué le era imposible tratar de llegar a algún lado con Matthew.
Todo era como él quería.
—
¿Tienes hambre? ¿Quieres tomar algo? Ha sido un viaje largo en verdad.
—
Sí, fueron 6 horas y media.
—
Si quieres puedes tomarte un baño también.
Nadie tiene prisa ¿Verdad? Mejor mañana. —se adelantó a zanjar el tema
por el que se había llegado hasta ahí.
Quizás
era lo mejor. Estaba ciertamente cansado y no estaba en la mejor condición de
hablar.
Llegó
la tarde rápidamente y se dejó atender por la hospitalidad profesional de Matthew. Cuando Matthew le prestó la ducha,
ya le había dispuesto una cama. Era tan sólo salir y acostarse a dormir. Que
las cosas se estuviesen dando tan sistemáticamente no le daba una buena impresión.
Ya
venía preparado mentalmente a una discusión exaltada y persistente. Que no le
dejara ni sentar y ya le estuviese exigiendo que terminaran y se devolviera.
Quizás realmente nunca conoció bien a Matthew o tan solo cambió al llegar aquí.
En
estos meses, había pensado que lo mejor era no quemarse los sesos tratando de
descifrar en qué estuvo mal o qué fue lo que le faltó. No le hallaba sentido,
puesto que así lo supiera y rogara perdón por ello, sabía que a Matthew eso no le importaba. Nunca le importó
nada sobre su relación y ahora menos que iban a separarse.
Se
sentía en parte tranquilo porque tenía claro que si hubo tantos problemas de
falta de comunicación, no habían sido por su culpa. Él después de creer que
estaba estable con Matthew, intentó en múltiples ocasiones que hablaran sobre
cosas más trascendentales para su relación ¿Qué era lo que hacía Matthew?
Prendía la televisión, se ponía a leer un libro o a jugar con su celular y cuando se ponía muy insistente, se iba del
apartamento. Así no había forma que volviese a insistir en que hablaran.
Matthew
nunca pareció realmente entender todo lo que cambió después de que se enamoró.
Nunca entendió todo lo que tuvo que abandonar para poder estar con él. E
incluso, estaba seguro que desconocía todo el conflicto que tuvo con sus papás
para poder conseguir ese apartamento.
Muchas
veces Matthew le recordaba que todo esto había pasado por imposición y que él
nunca quiso nada de esto. En esos casos siempre le decía lo mismo «Yo no te
estoy atando, puedes irte», pero siempre terminaba volviendo. Si esta relación
termina mal ¿Quién es el verdadero culpable?
Quería
llegar a tocar todos esos puntos, no podía callarse más. En esos momentos en
verdad ya estaba creyendo que lo mejor era terminar todo. Había destruido tres
años de su vida que no volverán. Si tan solo hubiese tenido suficiente dignidad
para decir «basta», las cosas no habrían llegado hasta aquí.
—
Collin, ya está listo el tentempié. Puedes bajar cuando quieras.
Matthew
le gritó. Cerró la ducha en inmediatamente se cambió. Al llegar a la sala, vio
a dos ancianos tomando su té con galletas. No había ni que preguntar.
—
Buenas tardes, mucho gusto soy Collin. Un compañero de la preparatoria de Matthew.
—
Mucho gusto.
Los
dos abuelos respondieron con cariño. Después le invitaron a sentarse y
terminaron hablando de lo más animado mientras pasaba el tentempié. Collin eso
lo dejó desubicado. Conocer a la familia de Matthew de forma tan jovial, nunca lo
había hecho. A los padres de Matthew solo los conocía porque cada vez que
Matthew huía de él, tenía que ir a prácticamente arrancarlo de las paredes de
su cuarto. Al hermano de Matthew, nunca lo conoció, es decir, se presentaron
pero nunca hablaron.
—Nos
alegra mucho haberte conocido Collin, espero que estés a gusto y no dudes en
pedir cualquier cosa que quieras.
—
Sí, muchas gracias. Que pasen buena noche.
Los
dos ancianos subieron las escaleras y seguramente se hubiesen ido a dormir al
poco rato. En eso, Collin se quedó lavando loza con Matthew. Estaba su lado,
pero lo sentía lejano. Los sentimientos se iban entremezclando y ya no tenía
respuesta a las preguntas que tendrían que resolver al día siguiente.
—
Qué irónico. Conocer a tu familia justo cuando vamos a terminar.
—
Sí, pero no tiene que ser irónico… Yo tampoco es que quiera volverme un enemigo
tuyo Collin.
Y
había zanjado otra línea más. No quería recibir su amistad ¿Si era posible eso?
¿Ser novios y pasar a ser amigos como si nada? No lo creía.
—
Y yo no sé si quiera terminar siendo amigo tuyo Matthew.
Los
ojos azules buscaron a los verdes. Era la confirmación de esa declaración.
—
Tienes razón, puede que sea verdad. Una relación tan enferma como la nuestra,
no puede terminar siendo simplemente amistad.
Collin
terminó de restregar el último plato y dejó a Matthew solo secando. Se despidió
y se subió a bañarse los dientes y disponerse a dormir. Poco a poco habían
estado mermando lo que le quedaban de esperanzas, ya era definitivo. Al
acabarse todo, iba a ser un génesis.
Cuando
entró al cuarto de Matthew y se recostó en el colchón, no pudo dormir. Estaba
cansado, tenía sueño, pero no podía
dormir. Estaba pensando que no quería que fuera mañana. Al poco rato llegó
Matthew y se acostó en la cama. Le veía tan tranquilo, tan en paz. Eso era
frustrante.
—
Matthew.
—
¿Qué?
— ¿En
verdad tú nunca me quisiste ni un poco siquiera?
—
Sí te quise y si te quiero.
—
¿Entonces? ¿Por qué terminar todo? ¿Por qué no darnos otra oportunidad?
Matthew
se volteó y quedó mirando hacía el colchón.
—
Lo que no fue, no será Collin. Yo ya no estoy dispuesto a sufrir más.
No
dio más tregua de seguir hablando. Era posible tener una mejor relación si lo
intentaban. Era cuestión de voluntad, de estar realmente enamorado de la
pareja. Las cosas no se dan a la primera. Pero se había prometido que si
Matthew le terminaba, él ya no iba a buscarlo más. Hizo lo que más pudo por él,
pero nunca se dio cuenta de nada. Él tampoco quería sufrir más.
La
mañana no previno a nadie del día final. Se habían levantado normalmente. Otro
días más. Matthew estaba cocinando el desayuno con su abuela, mientras que el
abuelo estaba hablando con Collin como viejos amigos. Poco después de comer,
los abuelos se retiraron y Matthew y Collin se fueron a cambiar.
—
¿Qué te parece si vamos a caminar un rato?
— ¿Adónde
sugieres ir?
—
No lo sé, sólo caminemos.
Después
de estar listos se despidieron de la pareja de ancianos. Matthew tomó la guía y
lo llevó a unos de los parques más representativos de Londres, al parque St. James.
—
No hace mal hacer un poco de turismo ¿No crees?
Y
no es que no estuviese interesado en el parque, pero iban a terminar ¿Para qué
ponerse a hacer turismo?
Encontraron
una banca y Matthew dijo que se sentaran. Lo siguió. Después de sentarse se
quedó esperando que empezara a hablar pero eso no pasó. Después de un tiempo
incontable, Matthew al fin pareció dispuesto a empezar.
—
Collin antes que nada quiero decirte que te estoy agradecido por muchas de las
cosas que hiciste por mí. Tú no me conociste como era antes, pero tener que
enfrentarte me hizo más fuerte y pude dejar el viejo cascarón que tenía. Eso
fue un paso adelante el que hice gracias a ti.
¿Por
qué estaba agradeciéndole? ¿Por qué estaba sintiéndose tan mal con esas
palabras?
—
También, te agradezco por todas las cosas que me diste en este tiempo. En ese
entonces era un completo imbécil y te veía como un lugar cómodo, como algo que
me daba beneficios, pero ahora entiendo que fueron cosas de las que te
desprendiste para hacerme feliz.
—
Detente, Matthew no digas más.
Estaba
siendo desarmado. Pensó que nunca iba a escuchar nada así por parte de Matthew.
Quería llorar. Eso lo estaba superando.
—
Pero… Collin, a pesar de todo, esta relación trajo consigo mucho dolor. Nunca
nos escuchamos, nunca nos conocimos y por eso mismo, nunca supimos que quería
el otro ni que pensaba. Yo me rehusaba a escucharte y tú nunca te molestaste en
preguntar.
—
Eso no es cierto. Yo muchas veces intentaba hablar contigo, pero siempre tú
huías y por eso dejé de preguntar ¿Recuerdas todas esas pataletas que hacías
cada vez que yo te preguntaba algo?
—
Es verdad… Eso también fue culpa mía. Lo siento.
— Esto
no se trata de quien fue la culpa.
—
Lo sé, pero también es importante reconocer en qué nos equivocamos. Por eso
quiero decirte todas las cosas que pensé, que sentí y que me llevaron a herirte
como te herí.
Escuchar
por primera vez y pensar que te deben estar hablando en otro idioma porque no
parecieses entender palabra alguna. En su garganta estaban haciendo fila, todas
las frustraciones no dichas.
—
Nunca me sentí visto por ti. Tú solo me obligabas a hacer lo que querías y por
más que yo te decía que no quería, para ti era igual. Me llevabas al
límite, destruyendo todo a su paso. Así
pasó cuando me violaste, así pasó cuando me llevaste al chalet, así pasaba casi
todo el tiempo que en verdad no quería verte.
—
Lo siento, yo no sabía qué hacer para que me vieras. Ser ignorado por ti era lo
que menos quería en esta vida.
— Uno
no obliga a la gente a que lo quiera. El cariño se construye, la confianza se
construye, no se impone.
—
Yo… tenía claro eso. De igual forma tú nunca de diste cuenta a todo lo que
renuncié, todo lo que cambié por ti. Por pensar que de esa forma era más
factible llegar a ti.
—
Sí, nunca me di cuenta. Quizás ese fue el principal error. Tú tampoco te diste
cuenta cuando cambié por tu culpa.
La
naturaleza hizo presencia con un poco de su soplido. Las ramas se mecían y
susurraban inteligibles mensajes. Después de un rato se calmó.
— Yo
nunca quise que las cosas fueran así. Quería que tuviésemos una vida juntos,
quería formar algo bonito junto a ti.
—
Eso hubiese estado bien, si la relación hubiese comenzado así.
—
¿No hay posibilidad de intentarlo?
—
Yo no quiero probar suerte.
—
Yo sí quisiera.
—
Por otro lado, hay otra cosa que quisiera decirte.
—
Dime.
—
Siempre te engañé, engañé a Jostein también, a todo el mundo. Yo realmente nunca
fui ese promiscuo que parecía. Todos esos bacanales que te decía a los que iba,
realmente era mentira. Yo sólo tuve sexo con 3 personas, entre esas tú.
Eso
sí enfureció a Collin. Se levantó de la silla y le pegó un puño a Matthew.
—
Eso sí es lo más rastrero que pudiste hacer. ¿Sabes lo que sufrí yo por culpa
de eso? ¿Qué ganabas con mentirme? ¡Maldita sea!
—
Esa fue la única forma que encontré de no perder contra ti. Era una forma de
vengarme, lo siento. No quería sentirme más vulnerable, más miserable. De
sentirme en tus manos. Siempre alardee de eso con Jostein, porque sabía que de
esa forma había directa confirmación si ibas a preguntar. Pero si te hubieses tomado
la molestia de preguntarle a los chicos del bar, ellos te habrían dicho que yo
me la pasaba era coqueteando y no haciendo más.
—
Eso es deplorable.
—
Lo sé, me arrepiento.
— Joder,
todo este tiempo matándome los sesos, deprimiéndome por nada.
—
Lo siento.
Matthew
se levantó y se puso frente a él.
—
Collin, en mi pasado hubo unos sucesos que hubiese preferido olvidar, pero que
tu acción egoísta volvió a reafirmar. Cuando yo tenía 10 años, abusaron
sexualmente de mí.
Se
quedó sin palabras viendo como Matthew le enfrentaba sin ningún signo de
cobardía
—
Cuando hiciste eso, toda la debilidad del pobre niño, quise negarla. Por eso,
esta vez si iba a emprender acción para protegerme, para no dejarme manipular
y verme víctima de la soledad y la
impotencia. Nunca te tomaste la molestia de preguntar sobre eso.
—
Pero… yo qué iba a saber.
—
Exacto… siempre actuando desde la ignorancia. Los dos. Eso nos llevó a estar aquí.
Todas
las heridas estaban supurando. La putrefacción interior estaba siendo sanada
por primera vez en esa relación. Desde hacía tanto tiempo sangraban, pero todos
fingieron que era natural y no había que darle importancia. Así como los ojos
que están acostumbrados a la oscuridad y son forzados estar en la luz, esa
molestia que sentía, era la misma que la que ahora le decía todo lo que se
había atropellado.
—
Collin, ahora sí puedo decírtelo en la cara como querías. Mírame.
La
fusión de los campos de visión, dio a entender el desligamiento. Había llegado
la hora, después de casi 3 años.
—
Terminamos Collin. Gracias por todo, pero hasta aquí llegamos.
La
seguridad de las palabras, desfragmentó la voluntad que quedaba. La ira, el
odio, el dolor y el resentimiento, todo caminó a su correcta excomunión. Nada
pertenecía a la vieja escuela. Se fueron trasmutando por una tristeza sorda y la dura despedida.
— Es difícil para mí, pero está bien. Es verdad,
hasta aquí llegamos.
Las
lágrimas de Collin se asomaron tímidas y después de un empujón se resbalaron por
sus mejillas. Matthew no iba a llorar, se lo había prometido y eso iba a
cumplirlo. Si lloraba, para él era muestra de que la determinación de llegar
hasta ahí no había tenido sentido.
Después
de ello Collin le pidió tiempo a solas. Matthew le dejó en el parque y le dijo
que si necesitaba algo lo llamará. Eso fue para poder derramar las últimas
lágrimas por él. Ya había sido entregada su carta de emancipación, ahora los
dos podían seguir sus caminos. Nadie se muere por amor, pero sin duda duele
como el demonio.
Este
es el verdadero y definitivo adiós, le dijo al viento que mecía las ramas.
Brazos que le cobijaban con su sombra.