20
Perséfone
«Ya era hora»
Tenía esparcidos todos los libros sobre el
piso, las notas de las libretas estaban sobre su cama y él estaba en medio de ese mar de
información. En su interior
todos los órganos estaban
apretados en su estómago
y estaba sobrecogido por una emoción
más grande de las que
en su cabeza tenían
nombre. Lo que los ojos abarcaban era un pequeño porcentaje comparado con lo que había detrás de cada hoja y cada letra.
Todo
eso había hecho parte de la
vida de Cedric durante un año
y ahora estaban en su vida. Todo lo que había comenzado por algo tan pequeño como una mirada, había evolucionado en esa relación que tenían ahora. No alcanzaban a ser amigos,
pero tampoco eran unos simples conocidos. No era que estuviera pensando
seriamente en cómo
debía llamar a esa relación, no le correspondía el papel de nomenclador. Sus labios
delineaban una y otra vez la palabra «Cedric», pero en su boca esa referencia no tenía ningún sabor conocido.
—
¿Qué es lo que siento por Cedric?
Formuló la pregunta en voz alta. El eco resonó de forma mínima trayendo una respuesta que se
rehusaba a escuchar. De todas las cosas que quería explicar, por qué los sentimientos que tenía por Cedric lo sobrepasaban, era la más importante. Desde excitarse por su
cercanía, como los nervios
antinaturales que le causaba su presencia eran claros indicios de que le gustaba
Cedric; siendo así,
debería ser fácil reconocer sus sentimientos, pero
simplemente no le daba la impresión
de que lo que ese chico le provocaba fuera algo tan sencillo como el gustar.
Pasó sus dedos sobre la letra de Cedric, en
el pecho seguía
estando ese remolino tan incómodo.
Era agotador sentirse así,
no podía hallar una forma de
acomodarse sin que su interior quemara. Tocó su vientre varias veces, el contacto
con su tibia piel no daba cuentas del ardor que se encontraba bajo los músculos.
—
¿Estás bien?
La
voz de Francezka lo llamó
a la realidad.
—
Sí, estoy bien.
—
No suenas bien. Cuéntame
¿Qué pasó?
—
Estoy bien…
—
Estaré ciega pero no boba.
Te conozco, no sueles estar encerrado en tu cuarto tanto tiempo. Al comienzo
pensé que era por la canción, pero ya después de entregarla, es lo mismo.
—
Estoy bien.
—
Thom.
La
voz de su madre se endureció,
le estaba regañando
por subestimarla y subestimarse. Era más
que evidente que estaba evitando hablar del tema porque sabía que la respuesta a todo su
inconformismo radicaba en unas palabras a las que le tenía pavor.
—
Estoy pensando en alguien Ma. Y no sé
de qué forma lo estoy
haciendo.
—
Eso si es nuevo, pensé
que tú…
—
Yo también pensé lo mismo, pero antes de darme cuenta
fui arrastrado al fondo. Se juntaron muchas cosas en un momento específico y ya no sé diferenciar qué es lo que provocó mi reacción hacia esa persona.
—
Thom ¿Qué es lo primero que se te viene a la
cabeza cuando te pones a pensar en lo que sientes?
—
Que… me gusta. Luego me doy
cuenta que esa palabra es muy superficial para describir la situación.
—
Pero podría ser una de las
etiquetas. No tienes que ser minimalista, una persona puede tener miles de
marcas ya que eso solo depende del punto
de vista. Una de ellas es que te gusta y eso está bien.
Una
madre podía ver las cosas tan
claras, pero en su cabeza seguía
batallando el querer todo clasificado en una estructura inamovible;
desgraciadamente eran seres humanos, ser relativos era su propia condición de existir. Pero siendo el caso que
su madre tuviera razón
y estaba siendo demasiado testarudo, empezaría por llamarle gusto. A él le gustaba Cedric.
—
¿Sabes qué es lo más interesante de las relaciones Thom?
Que la única forma en la que
podemos descubrir qué
es lo que esa persona significa para nosotros es conociéndole y compartiendo. Desde el punto de
vista de un espectador nunca cubrirás
todas las posibilidades que habría.
solo te puedo dar un consejo y es que no
seas espectador de tu propia vida.
La
oración de su madre tuvo un
mayor impacto del que creyó.
Los ojos se le llenaron de lágrimas
por alguna razón,
había evitado durante
casi un año darse cuenta que
siempre buscaba la forma de volver a ese ser humano. Demonios, en serio le
gustaba Cedric, pero ¿Y
él? ¿Todavía le gustaba? Recordaba cómo hacía tanto tiempo en el bar había escuchado las palabras de declaración de Cedric, pero desde entonces nada
había pasado.
—
Tal vez esa persona no sienta lo mismo por mí, no quiero pensar en construir una
relación con alguien que no
sé cómo se siente.
Su
mamá se rió tan fuerte como pudo.
—
Thom, ni siquiera tú
sabes cómo te sientes ¿Cómo
se te ocurre juzgar a alguien por lo mismo?
Tenía tanta razón que no quería escucharla, pero lo estaba haciendo y
sabía que actuaría acorde con ello. Tendría que forzarse para conocer más a sobre Cedric y en el camino
conocerse a sí
mismo.
***
Le
parecía una eternidad desde
que todos estuvieron sentados en la misma sala. Tiphany los había citado para que hablaran de su
cronograma de actividades con la disquera. No podía esperarse una actitud que fuera menos
intensa que la euforia, pero al parecer el contraste con otras emociones los
mantenían a todos muy
calmados.
Lo
que más lo intrigó fue la paz que había entre Enzo y Dylan; algo había pasado entre ellos que había arreglado todo, o parecía haberlo hecho. Todas las muestras de
violencia o de malos tiempos habían
desaparecido y de esa sombra, solo se podían
ver sus expresiones relajadas. Se alegraba mucho que las cosas entre ellos
estuvieran bien, no quería
pensar en el hecho de que alguno decidiera abandonar la banda.
Damien
también había notado eso y él era quien estaba más abiertamente feliz. Ellos todavía no habían hablado sobre Cedric, pero llegaría el día y no sabía qué responder cuándo la conversación se diera. Si empezaba por pensar en
que le gustaba, estaba en terreno seguro, solo que le gustaba también Damien, Dylan y Enzo, pero de forma
diferente. Ese era el punto que no sabía
cómo abarcar ¿Cuál
era su tipo de gustar con Cedric?
—
Bueno días chicos.
Tiphany
hizo su aparición
muy puntual como siempre en la sala. Llevaba una falda negra hasta la
pantorrilla, con una blusa azul turquesa y blazer negro. El cabello lo tenía recogido en una trenza enrollada
sobre sí misma. Lo único que contrastaba con su impecable
presentación era lo apurada que
estaba.
—
No dispongo de mucho tiempo así
que vamos a hacer rendir estos cuarenta minutos.
—
¿Qué pasó al fin con la canción?
—
Está aprobada pero están pensando en hacerle unas modificaciones
así que Thom y Damien
tienen que estar muy pendientes de qué
es lo que quieren hacer, por si llega a haber un problema al modificarla mucho.
—
Vale. — Damien respondió emocionado.
—
Lo más importante que tenía que contarles era el cronograma de grabación del disco y su participación en dos programas de televisión. Primero, la disquera sí está interesada en remasterizar las
canciones que han hecho tal cuál
cómo cuenta la
historia, no obstante quieren que primero sea un single con la primera canción
y dos nuevas y ya con base en eso ir calculando cuál es la aceptación del público. Respecto a su participación en los programas de televisión, uno sería para promocionar el disco antes de
que salga y el otro después
de haber sido lanzado.
Tiphany
dejó de hablar para sacar
unos papeles de su portafolio, se los dio a Dylan para que se los pasara al
resto.
—
Allí están las fechas que están programadas para todas las
actividades. Como se podrán
dar cuenta no tenemos mucho tiempo así
que vamos a estar realmente presionados.
La
manager se quedó
callada esperando a que las hojas pasaran por todos los integrantes. Cuando
Thom se puso realmente a analizar que estaban pidiendo que lograran eso en
menos de dos meses, le pareció
una locura. Le pasó
los papeles a Damien.
—
¿Y eso si es posible? — Dylan llamó la atención de Tiphany—. Veo que las fechas están a marchas forzadas.
—
Se tienen que lograr en esas fechas, después
de todo tienen planeado hacer un concierto a mitad de año.
Todos
los integrantes se miraron y después
de tener una conversación
con sus miradas, se volvieron a enfocar en Tiphany.
—
La idea es que quieren hacer un concierto para mil personas. Ellos ya vieron el
informe del concierto que hicieron y están
seguro que sobrepasaran los mil con un poco de publicidad.
—
Pues respecto a la edición
y composición
de las canciones nuevas, yo he estado trabajando en ello Dylan. Creo que
estaremos bien con las fechas si nos ponemos en ello desde ya.
Damien
parecía estar muy confiado,
pero eso no convenció
a Dylan demasiado. Se veía
en su rostro preocupado, pero ora por la decencia, ora porque no tenía una mejor idea, se quedó callado.
—
Desde mañana estarán en contacto con el estudio de grabación para acordar la entrega de demos y ya
con eso la edición
de estos.
—
Gracias Tiphany.
—
Espero que todo nos salga bien muchachos. Yo tengo que irme pero siéntanse libres de llamarme para
preguntarme cualquier duda que tengan.
—
Vale.
Damien
fue quien terminó
la conversación
con Tiphany mientras el resto se quedaba dubitativo por diferentes razones.
Dylan se quedó
leyendo el cronograma una vez más
mientras que Enzo ya estaba alistándose
para irse. Los únicos
que si parecían
estar genuinamente preocupados con esta nueva etapa eran Dylan y Thom, la otra
pareja no se sabía
qué estaban pensando
realmente.
—
¿Crees que lo
lograremos?
Thom
se sentó al lado de Dylan
mientras le echaba otro vistazo al cronograma.
—
En teoría deberíamos, pero tengo un mal presentimiento ¿Sabes?
No
era por ser pesimista, pero él
también tenía un mal presentimiento. Esperaba que solo fuera el miedo de comenzar con esa nueva
era para ellos, sabía
que de alguna forma todas esas cosas buenas no les estaban pasando para que al
final todo resultara en un desastre.
***
Lo
primero que hizo fue alistar los demos para entregarlos a la disquera, en ese
proceso lo ayudó
Damien. Los dos estaban frente al computador quemando los discos y modificando
algunas partituras. Haciendo el trabajo sobre la marcha le dio algo más de confianza, sus canciones estaban
bien hechas desde el comienzo ¿Qué temer? Su amigo era quien tenía una fe ciega y tal vez él necesitara también algo de confianza.
—
Hace mucho que no nos veíamos
Damien.
—
Hola Franceska —el
pelinegro se levantó
del sillón para abrazar a la
ancianita—.
—
Me contó Thom que ya están enviando las canciones a la disquera.
—
Sí, aunque solo es la
primera, las demás
canciones irán
con el tiempo.
—
Me alegro mucho, quiero ofrecerte algo de tomar ¿Me acompañas a la cocina?
No
era extraño que Damien fuera
arrastrado por Franceska de esa manera, después de todo para ella, Damien era como
otro hijo. La relación
tan cercana que tenía
con Thom, llevaba a una confianza igual con su mamá. Según la perspectiva de Damien, desde que
salieron del hospital, cualquier encuentro que no involucrara la presencia de
Thom, era para hablar sobre él
y no se equivocaba.
—
¿Cómo es posible que no hayas hecho nada
para hacer que Thom se ponga a estudiar?
—
Lo hice, le conseguí
un contacto para que le prestara los libros del primer año de economía.
—
¿Qué? Yo no he escuchado nada de eso.
—
Bueno, pues se supone que él
ya debió haber contactado con
el chico que conseguí.
—
No puedo decirle que renuncie a su carrera como músico, pero creo que no pueden enfocarse
enteramente en eso.
—
Es un mal momento para decirlo, nos acaban de entregar el cronograma de
actividades de la disquera. Serán
dos meses muy apretados.
La
cara de disgusto de Franceska le estaba intimidando, pero nada podía hacer contra eso. Ella tendría que lidiar con las nuevas tareas que
les habían asignado y él trataría de hacer que Thom sacara tiempo para
estudiar. Él también pensaba que necesitaban un refuerzo
en su futuro.
—
Damien, por favor, no dejes que Thom se quede sin un futuro.
—
Lo sé, me encargaré de que tenga uno.
Ya
la conversación
estaba siendo demasiado larga para solo tratarse de bebidas. Damien se apuró en volver al lado de su amigo y seguir
arreglando las canciones. Este estaba inocente a las preocupaciones de su madre
y era mejor que fuera así.
Se sentó a su lado y lo
encontró congelado viendo la
pantalla del editor de audio. Los ojos recorrieron todo el camino hasta chocar
con su mirada, Thom tenía
una expresión
seria.
—
¿Qué pasa?
Damien
se encogió sobre su puesto. Thom
no era estúpido para su
desgracia.
—
¿A qué te refieres?
—
Últimamente mi mamá ha estado rara y no me dice nada ¿Qué
sabes?
—
Nada que no sepas tú
ya, ella está
preocupada por ti.
—
¿Por qué?
Como
no tenía ni idea de qué responder, Damien lo miró con una expresión que decía «Tú ya sabes por qué»; Una de sus cejas se arqueó y su boca se torció con tintes de ironía.
—
¿Ella te lo dijo?
—
No, me estaba preguntando por ello.
¿De
qué estaban hablando? No
lo sabía, al parecer Thom
tenía muchos secretos por
los cuales estar preocupado.
—
Es algo estúpido,
que me guste alguien no es un evento del otro mundo.
Contuvo
como pudo su expresión
de sorpresa, si bien era cierto que no sabía
de qué estaban hablando,
pero tampoco se imaginaba que fuera algo tan salido de la nada. ¿Por qué él
no le había dicho nada? En
alguna parte de sí,
se sintió lastimado.
—
No me digas que es el chico de la canción
azulada.
Ahora
era el turno de Thom de abrir los ojos a más
no poder. Solo con verlo así,
hizo que lo perdonara por ocultárselo,
sabía lo duro que debió ser para él tener que darse cuenta de ello. Esa
persona debía
ser demasiado para Thom, incluso para hacerle duda de su sexualidad.
—
Es el mismo chico de los libros que conociste.
—
¡¿Qué?!
Thom
asintió y todos los músculos de su cara se tensionaron.
Entendiera que estuviera tan acomplejado, pero no con él; de todas las personas de las que se
debía sentir avergonzado,
él no era una de
ellas. No eran mejores amigos para juzgarse por esas cosas.
—
Las coincidencias…
no, el destino es demasiado travieso. No puedo creerte que sea el mismo chico.
—
Ni yo podía creerlo cuando lo
vi.
—
¿Y?
—
¿Te parece poco?
—
¿Desde hace cuando estás así?
—
Prácticamente todo el último año.
—
Debió ser duro, te tomó un año darte cuenta de lo que sentías.
—
Esto es demasiado para mí.
El
tono con el que lo dijo le hizo dar pesar. Para Thom volver a empezar a
reestructurar su vida en torno a que le gustara alguien, le era supremamente
difícil. Sabía todo lo que él había sufrido por su última pareja y lo desconfiado que se
volvió. Él no era nadie para juzgarlo, pero en
parte compadecía
a la persona objeto de su gusto; se estaba enfrentando con un ser lleno de
inseguridades y una personalidad muy abrasiva.
—
¿Y cómo te sientes?
—
No lo sé. Sonará estúpido, pero solo fue hasta hace poco que me di cuenta.
Hace un tiempo salimos a una cita. Todo fue un desastre, después de que salimos no lo llamé como en un mes.
—
Típico de ti, y a la
vez no ¿En serio fuiste a una
cita con él?
—
Ya mejor no hablemos del tema.
—
Cómo quieras, ya sabes
que aquí estaré para escucharte.
Los
dos se quedaron callados mirando la pantalla del computador. En esa pantalla
las notas y las ventanas no tenían
nada para solucionar el reciente descubrimiento de la realidad.
***
Había vuelto de trabajar, ya era de
madrugada. Entró
silenciosamente en el apartamento y se dirigió a su cuarto. Descargó la mochila, se quitó la ropa y se dejó en pijama. Se agarró el cabello en una cola de caballo y se
fue a bañar los dientes.
Estaba supremamente cansado, quería
dormir hasta el mediodía.
Esa noche hubo un evento en el bar y el trabajo que hubo, fue múltiples veces mayor. Tenía los hombros entumidos y las
pantorrillas le dolían.
Cuando
volvió de asearse y se iba
a costar, tuvo que hacerse hueco entre los libros que había dejado esparcidos por todos lados.
Quitando los libros de la cama se le resbalaron algunos. Dejó los libros que tenía en brazos en el escritorio y se
devolvió a recoger los
cuadernos.
Cuando
los levantó, algo le llamó la atención en las páginas. Abrió el cuaderno en la página que recién había visto y se quedó sin palabras. Había toda una página con su nombre, tenía una tipografía distinta, unas pequeñas y redondas; otras grandes y en
cursiva.
Cedric
realmente había
pensado en él
durante todo ese tiempo, de la forma que fuera, en la existencia denominada «Perséfone». Se sintió increíblemente conmovido, hasta el punto de
querer llorar. Definitivamente le gustaba Cedric, era complejo poderle dar una
etiqueta a ese sentimiento.
Se
sentó en la cama con el
cuaderno sobre el canto y pasó
los dedos por cada una de las letras. Duró
largo rato hasta que quedó
satisfecho. Cerró
el cuaderno y lo puso debajo de su almohada; se metió entre las cobijas y antes de notarlo
ya estaba profundamente dormido.
Una
mano suave le acarició
el cabello, en primera instancia pensó
que era su madre, luego se dio cuenta que las manos eran muy grandes para ser
de ella. En la boca del estómago
se gestó algo extraño al entender que había otra persona tocándolo; era como si se hubiese abierto
un hueco en su pecho y tanto la ansiedad como la expectativa se mesclaban allí.
Intentó abrir los ojos, pero no pudo. Cuando
la mano iba ascendiendo por su cabello y llegó a su cuello, quiso apartarlo, pero sus
extremidades no se movían.
No estaba atado, ni había
otra persona agarrándole
de los brazos, simplemente no podía
moverse. «Ah, es un sueño»,
lo entendió cuando empezó a ver destellos de luz provenientes de
sus piernas y brazos.
La
mano iba deslizándose
por entre sus hebras de cabello y su piel. Un escalofrió se hizo presente en sus piernas cuando
unos labios fríos
le besaron la mandíbula.
Empezó a asustarse más que por el ataque de su adversario,
por su extraña
complacencia con este. Abrió
la boca para gritar, pero lo que salió
de allí no fue más que un gemido.
—
Está bien ¿verdad?
¿Qué? ¿Qué estaba bien? Estaba frenético por entender a la persona que se
estaba apoderando de su cuerpo. Los pensamientos corrían de un lado para otro, buscando a los
gestores de los escalofríos
de sus caderas. Los dientes de aquella persona, lo estaban masticando en su
cuello y su pecho. No le dolía
nada, pero la firmeza de los dientes le excitaba a sobremanera.
La
rigidez de su entrepierna era precipitada, no había tenido una estimulación directa pero probablemente se vendría al instante de que tocase otra superficie.
Las caderas comenzaron a balancearse para buscar alivió, pero solo encontraba el aire como su acompañante.
—
¿Quién eres?
La
pregunta salió
instantáneamente. El silencio
fue el único que le contestó, pero entendió claramente el nombre de la persona que
estaba con él;
y se sintió feliz, porque estaba
desnudo ante esa persona. Todo lo que veía,
era su verdadera esencia, eso era él
y si le gustaba así,
entonces no había
problema. Estando orgulloso de la situación
en la que estaba, abrió
las piernas y se dispuso a permitir que pasara lo que tuviera que pasar.
La
persona que estaba con él
bajó las dos manos y, las
posó a lado y lado de su
miembro. La expectativa le carcomía
la razón, quería que pasara lo que tenía que pasar, aquí y ahora. Los dedos serpentearon hacia
el interior de sus muslos, tomaron sus piernas y las levantaron hasta que sus
rodillas quedaron al lado de su cabeza.
«¡Ah…!»,
el gemido ocurrió
en su mente. Estrechó
su esfínter por la vergüenza y ya no se sintió tan agradado. No le gustaba eso, no
quería que pasara así. Tampoco sabía cómo quería que pasara exactamente, pero de esa
forma no era. Las piernas no le respondían,
pero el cosquilleo en ellas era más
intenso ¿Qué estaba haciendo?
La
consistencia gomosa de la lengua se aferró
a sus testículos y los amasó. Lo único que podía pensar era en la vergüenza que le daba que la persona lamiera
su vello púbico. Quería haberse afeitado su zona íntima de saber qué terminarían así. La delicia de la lengua le hizo
frotar su miembro contra la cara de su acompañante. Las mejillas y la nariz fue lo
que encontró
en su camino, se enfatizó
en ello hasta que le fue retirado el rostro de sus cercanías.
—
¡No!
No
reconocía ni su propia voz
desesperada. Sus miembros rígidos
hacían un esfuerzo
sobrehumano para atrapar a la figura que hace unos instantes le había estado dando atenciones. Entre los múltiples movimientos que intentó hacer, notó una humedad extraña. « ¿Qué es esto?» No podía ver ni moverse, pero era como si
supiera qué estaba pasando exactamente
con su cuerpo.
Debajo
de sus testículos
desbordaba a mares un líquido
viscoso y transparente. La mano de su acompañante le ayudó a entender el porqué de esa nueva sensación; los dedos abrieron los labios y
dejaron ver una inmaculada vagina que se estrechaba con violencia.
Una
expectativa antinatural creció
en sí mismo, el único pensamiento que hiló cuando entendió que tenía una vagina fue: «me va a embarazar» y lo deseó con perversión. Su parte femenina deseaba estar
embarazada y con entender ese hecho, las piernas y los brazos recobraron su
movimiento.
Abrió los ojos y se quedó mirando al techo aterrado. No tenía ni que levantar las sábanas para saber qué accidente había pasado allá abajo. Eso lo estaba superando, deslizó su mano y a pesar de que sabía que no iba a encontrar nada raro allí, examinó su entrepierna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario